Capítulo 51

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Flashback

Arrastré mi cuerpo hacia atrás en el suelo mientras la veía a ella agacharse a mis pies. Me había jodido a mí y a Damiano. Y sabía que no iba a detenerse, eso era lo peor.

— Eres una desgraciada — le solté.

Ella remoloneó. Tocó suavemente mi pierna y clavó una de sus uñas en mi piel.

— No lo creo. Al fin y al cabo la que está embarazada y sola eres tú — me devolvió.

Recuerdo que ya no lo aguantaba más. Recolecté saliva en mi boca y le escupí. Eso era algo que había querido hacer desde hacía ya mucho tiempo. Cerró los ojos y arrugó la boca. Asintió asimilando mi acto repentino. Acabó pasando el dorso de su mano por su mejilla, limpiándose.

— Qué mala educación, chica — pronunció cada sílaba con asco.

Agarré mi móvil, el cual se había caído junto a mi cuerpo y busqué el número de Damiano en contactos.

— ¿Vas a llorarle a Damiano? — rió — ¿No eres capaz de afrontar nada sin él o qué?

Los tonos de la llamada sonaron, y para alimentar mi mala suerte, el contestador saltó. Sentía la mirada fría de Elena mientras mis dedos bailaban por el teclado sin ningún éxito. Él no iba a contestar.

— ¿Lo ves? — guié mis ojos hacia ella — No te contesta.

La ignoré. Y eso solo dio paso a su incesante insistencia en el tema. Me daba miedo. Pero no las palabras que salían de su boca, ni su cercanía. Me daba miedo la tranquilidad con la que estaba actuando. Como si no me estuviera jodiendo.

— Sabe que estás embarazada, sola — acarició mi mejilla — Y le da puto igual — ladeé la cara — ¿Te estás dando cuenta, verdad? — bajó aún más el tono — Daniela, yo no soy la mala de esta historia. Él quiere dejarme como tal, cuando en realidad es él el malo. Siempre lo ha sido.

— No sabes lo que estás diciendo — negué su argumento con confianza.

Eso la hizo enloquecer.

— Sabes que es verdad, por eso lo niegas — continuó — Seguro que te habrá dicho millones de veces lo mucho que te quiere, y lo mucho que desea tener al bebé y casarse contigo — rodó los ojos — Pero él es así de mentiroso. Además de ser un puto cobarde de mierda, incapaz de cumplir ninguna de sus promesas.

— No conoces a Damiano — contraataqué.

Arqueó las cejas en señal de diversión.

— Ah, ¿y tú sí? — se rió de mí — Daniela, por favor. ¿Cómo puedes ser tan retrasada? — se movió acortando definitivamente la distancia entre nosotras. Ahora la tenía agachada junto a mí — Es tan fácil jugar contigo, Dani. Quizá es eso lo que tanto le gusta a Damiano de ti — echó un vistazo a mi cuerpo — Porque si no es eso no se me ocurre qué otra cosa.

Acababa de insultarme en mis narices. Y yo no me encontraba bien como para enzarzarme con ella en una discusión.

Dejé mi móvil allí tirado y comencé a incorporarme lentamente. Sentía un dolor terrible en la parte baja de mi estómago. Tenía la garganta seca. Los ojos húmedos, a punto de llenarse de lágrimas. Creo que nunca me había sentido tan mal en toda mi vida. Quería hablar, pero mi pecho oprimido y el hinchazón que sentía en mi garganta me lo impedían.

— ¿Ahora vas a llorar, Daniela? — habló.

Escuché todas sus mofas durante un largo rato. Cogía aire y mantenía la compostura, esperando el momento en el que ella dejase de hablar y yo me encontrara mejor. Pero ese momento, por mucho que me hubiera gustado que ocurriese, nunca ocurrió. Fue entonces cuando tuve que recuperar mi voz para frenarlo todo, o al menos intentarlo.

Me enamoré del Diablo {Damiano David}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora