Capítulo 6

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— Deja de violarme con la mirada.

Él comentario de Damiano hace que me obligue a mí misma a apartar los ojos y mirar hacia la pared de la habitación.

— Puedes quitarte el vestido — me aconseja.

Frunzo el ceño.

— ¿No vas tú muy lanzado?

— Me refiero a que te lo quites para estar más cómoda para dormir, malpensada — frunze el ceño y se muerde el labio — Ese vestido tiene pinta de todo menos de ser cómodo precisamente.

Lo cierto es que lleva toda la razón. El dichoso vestido me está matando desde que me lo he puesto. Realmente no estoy respirando bien, porque si lo hago lo voy a explotar.

— Vale, sí.

Me bajo de la cama y me pongo de pie como puedo ya que todavía no se me han pasado los efectos del alcohol.

Voy derecha al baño y cierro la puerta.

Pero para mi mala suerte, el destino se vuelve a reír otra vez de mí.

La puta cremallera del vestido. Está en la parte de atrás, en mi espalda. Y en fin, no soy acróbata como para que mis manos lleguen a mi espalda y tampoco me lo puedo sacar por la cabeza porque es demasiado ceñido.

Es imposible quitármelo por mí misma.

Me lavo un poco la cara para quitarme el maquillaje y no manchar la almohada, me descalzo y salgo.

Damiano está sentado en el suelo y se ha desordenado un poco el pelo.

¿Por qué tiene que estar tan bueno?

Levanta la vista y hace una mueca de sorpresa.

— ¿Por qué no te lo has quitado?

— He decidido que duermo con él.

— ¿Y eso? — entrecierra los ojos.

Pues porque este vestido es una maldición y por la jodida cremallera no puedo quitármelo yo sola.

— ¿Así que es eso?

Sí, otra vez he pensado en alto.

— Sí, pero bah, puedo dormir con él.

Él se levanta y viene hacia mí.

Intento en todo momento que mi mirada se centre en su cara y no baje más abajo.

— ¿Prefieres dormir embutida en ese vestido antes de pedirme ayuda para bajarte la cremallera? — dice con sarcasmo y entrecierra los ojos.

— Métete tu sarcasmo por el culo, Damiano.

Básicamente ahora está hablando el alcohol que circula por mis venas, no yo.

Él sonríe con una pizca de malicia.

— ¿Quieres metérmelo tú, Daniela?

Vale sí, me he reído de lo que ha dicho.

Me pongo seria de nuevo y le doy un toque en el pecho para alejarlo.

— No, gracias.

— Por favor, ¿puedes dejar tu orgullo a un lado y dejar que te baje la cremallera? Solo serán dos putos segundos.

Me lo pienso un momento.

— Vale sí — accedo — Pero no mires — lo señalo con mi dedo amenazadoramente.

Asiente y me doy la vuelta. Él echa mi pelo a un lado para bajar la cremallera y yo lo interrumpo.

— No mires — le recuerdo.

Me enamoré del Diablo {Damiano David}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora