Capítulo 3

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— E buonasera, signore e signori, fuori gli attori — canta a todo pulmón él — Vi conviene toccarvi i coglioni...

Me quedo mirándolo desde la puerta mientras él sigue cantando en lo que tiene que ser el estudio, porque está lleno de micros e instrumentos.

Él va sin camiseta y está sudado, puedo ver perfectamente como algunas gotas de sudor descienden desde su frente hasta su cuello, y luego su pecho desnudo hasta llegar a su cintura.

Vuelvo a mirarle el cuello y veo que se le marca una vena debido a toda la energía y ganas que le está poniendo a la canción.

Me quedo ahí observándolo hasta que termina de cantar.

— ¿Te ha gustado? — pregunta él en voz alta.

Yo me tenso un poco.

¿A quién le habla?

— A ti, Daniela, a ti — esta vez me mira a los ojos.

¿Por qué he tenido que pensar en voz alta?

— ¿Cómo sabías que estaba aquí?

— La puerta está abierta de par en par, y tu llevas ahí un buen rato plantada mirándome, te he visto de reojo — explica él saliendo del estudio.

En fin, lo que ha dicho tiene sentido. Me he quedado más plantada que una maceta mirándolo.

— No te estaba mirando, egocéntrico — intento excusarme.

Lo único que quiero ahora es salir corriendo a mi habitación. Debería haber sido más cuidadosa y no haberme quedado en la puerta mirándolo como una maldita lunática. Pero algo dentro de mí no me permitía desviar la mirada.

— ¿Y qué mirabas entonces? — se lame los labios mirándome.

— Yo miraba...miraba — diablos, Daniela, piensa rápido — La guitarra eléctrica de Thomas. ¿Por cierto dónde están todos? — intento desviar la conversación a otro tema.

— Thomas ha ido a ver a sus padres, y Ethan y Victoria han ido a tomar un rato el aire. Estamos tú y yo solos — chasquea la lengua — Y la guitarra de Thomas no está en el estudio, la tiene en su habitación.

Joder, sabe que lo estaba mirando.

Por favor tierra trágame y escúpeme en la otra punta del mundo.

— ¿Y si te estaba mirando qué pasa? — le digo nerviosa.

— Nada, si yo estoy para que me mires.

Menuda respuesta.

Suelta su comentario y lo veo con una sonrisilla maliciosa.

Abro la nevera y saco un trozo de pizza que hay en un plato.

Cuando ya he acabado de comer, me acuerdo de que quería hablar con Damiano sobre lo que pasó, que supongo que eso es de lo que quería hablarme esta mañana cuando ha ido a mi habitación.

Recorro la casa pero no le encuentro.

— ¿Damiano? — lo llamo.

— En mi habitación — dice él desde arriba.

Y efectivamente cuando entro a su habitación él está ahí tumbado en su cama sin camiseta tal y como me lo había encontrado antes.

— ¿Puedo pasar?

— Ya estás dentro — expone lo obvio.

Y si soy patética. Voy y le pregunto si puedo pasar cuando estoy dentro al lado de su cama.

Me enamoré del Diablo {Damiano David}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora