Capítulo 36

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Paciencia.

La capacidad de poder estar en calma y esperar dos putos minutos. Siempre suelo ser paciente. Muy pocas veces en mi vida he perdido yo la paciencia. Pero creo que el camarero de esta cafetería se ha propuesto que la pierda.

— ¡Oiga! -— grito para que me escuche a través del bullicio de la cafetería a esta hora — ¿Podría traer ya el maldito café que le he pedido?

Mierda. He sonado tan borde. Y esa no era mi intención. El pobre camarero palidece terminando de recoger la cubertería sucia de una de las mesas cercanas.

— Discúlpela — le dice Carla, que está a mi lado sentada — Es que tiene muchos problemas con el novio y lo paga con todo el mundo — me excusa ella.

Qué pedazo de cabrona está hecha.

El camarero asiente y acepta las disculpas diciendo que en un minuto ya trae el café.

Pongo las manos encima de la mesa, bueno en realidad no, eso era lo que quería. Porque aquí mi amiga nos ha llenado la mesa de platos de dulces y bollería. Vaya, que básicamente ha pedido todo el mostrador de dulces que había en la cafetería. Aún recuerdo la cara de preocupación de la empleada al ver que se iba a comer tal cantidad de magdalenas y trozos de tarta. Yo ni siquiera lo he echado al ver, sé perfectamente cuánto come y lo mucho que disfruta comiendo.

— ¿Problemas con el novio? — repito sus palabras — ¡Yo no tengo ningún problema con mi novio!

Termina de tragar el trozo de magdalena que tenía en la boca y se limpia con una servilleta.

— Ya, ya, claro — rueda los ojos.

El camarero interrumpe trayendo el café (por fin) y se da la vuelta.

— Un segundo — lo para Carla — Tráigame...— mira hacia los dulces que han repuesto en el mostrador - Esas dos magdalenas — señala.

— ¿Las del glaseado rosa? — pregunta dudoso el camarero.

— No, esas no — niega — Las del glaseado con todos los colores del arcoíris, que me gustan más.

Acaba de pedir las magdalenas con el glaseado inusual y yo me bebo el café de un solo trago, sintiendo como arde mi garganta.

— Bueno — se gira hacia mí.

— ¿Puedes dejar de pedir comida de una vez?

— No — se echa su melena rubia a un lado — Es que los dulces holandeses están a otro nivel. Qué cosa más rica — se coloca bien el arito que lleva en la nariz.

Un momento, un momento, ¿desde cuándo está lleva arito en la nariz? ¿Y las uñas pintadas de negro? ¿Y eyeliner? ¿Y esa ropa ajustada que me lleva?

— Coméntame en quiénes está inspirado tu outfit de hoy — aunque ya sé perfectamente la respuesta.

Ella sonríe satisfecha.

— En mis patrones, por supuesto — se emociona — En fin, mi increíble personalidad y yo nos hacemos fans de Måneskin y queremos vestir y ser como ellos. Aunque a mí no me queda tan bien la ropa como a ellos, claro está — se queda pensativa mientras le traen lo que había pedido a la mesa — Esos cuatro podrían ponerse una bolsa de basura y seguir viéndose como lo que son, unos dioses italianos.

Hermoso discurso.

— Y a todo esto, ¿qué tal con el Dami? — sube y baja las cejas repetidamente insinuante — ¿Hubo folleteo ayer, verdad? — sonríe.

Ja. Doy una carcajada amarga recordando toda la escena de las lentillas de Carla.

— Tus putas lentillas me amargaron un pelín la existencia. Y respondiendo a tu pregunta — bajo la voz — Hubo pero a medias. No pudimos terminar.

Me enamoré del Diablo {Damiano David}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora