El calor de la cama. La suavidad de las sábanas. El sonido de las olas del mar rompiéndose en la orilla. El olor a sexo. ¿Qué más podría pedir Emilio? Se durmió con una sonrisa en los labios; y con Joaquín entre sus brazos.
Horas más tarde una fresca brisa le estremeció el cuerpo. Al moverse en la cama descubrió que estaba solo. Se incorporó, pero no había ni rastro de Joaquín.
Rápidamente se puso unos pantalones y salió directo a la habitación de Joaquín. Pero tampoco estaba ahí; la cama estaba hecha lo que le hizo suponer que no había pasado la noche ahí, y sus cosas seguían en el mismo lugar que el día anterior.
Bajó las escaleras corriendo. En parte porque tenía hambre y en parte porque quería ver a Joaquín. Se encontró una de las cocineras. Le preguntó por el desayuno. Ella le contestó que lo estaban tomando en el comedor.
Pero cuando abrió la puerta del comedor, no se encontró con Joaquín, sino con Lola.
- Buenos días - dijo Emilio educadamente. Ella no le contestó simplemente asintió. - ¿Pasaste buena noche, Lola? - dijo al tiempo que entraba en el comedor.
- Seguramente no mejor que la tuya.
El comentario hizo que Emilio bajara la cabeza avergonzado.
- ¿Vas a desayunar? - preguntó de repente ella.
- No, no tengo hambre.
- Como quieras - dicho esto, Lola se puso de pie y salió del comedor.
Emilio estaba anonadado. Lola nunca se había comportado así con él. Siempre que se veían ella tenía una sonrisa en los labios para él. Al parecer que conociera a Joaquín sí le había afectado. Y ahora se sentía un completo patán: por quebrantar las reglas de Octavio; porque Lola sabía como había pasado la noche; y por poner a Joaquín una situación comprometedora.
Miró el plato de Lola, prácticamente no había comido, y se sintió aún peor de saber que la había lastimado, a tal grado que no queria verlo. Ella era su amiga después de todo.
Fue a la cocina y se quedó paralizado al escuchar risas. Una era de Joaquín. Y una varonil, que era de Octavio. Se quedó quieto esperando que las risas pasaran y reanudaran la conversación.
- ¿Y luego qué pasó? - escuchó preguntar a Joaquín
- Con el perro corriendo detrás de él, hizo lo que cualquier chico haría, llorar de desesperación - dijo Octavio entre risas.
- Oh, qué lindo.
- Después Diego intentó rescatarlo, pero el pobre se tropezó y una caía sobre arena mojada no es nada confortable. Emilio se metió al mar. Pensé que era un niño inteligente en ese momento, por supuesto que Tano no le iba a hacer algo, el perro solo jugaba, pero Emilio le tenía miedo, y cuando entró al agua el perro no lo siguió. - Hubo silencio. - Entonces lo escuche gritar. Le había picado una aguamala. Y salió disparado hacia la orilla... llorando, incluso se olvido del perro.
- ¿Cuántos años tenía? - preguntó Joaquín, tratando de no reírse, pero obviamente con una voz divertida.
- Ocho.
En ese momento Emilio decidió ser participe la conversación. No quería que Octavio le contara sus "experiencias" infantiles. - Hola, ¿Cómo están? - Pero apenas había dado unos pasos cuando se quedó boquiabierto al ver a Joaquín.
Llevaba una de sus camisas, el cabello un poco alborotado y las piernas completamente desnudas. Una parte de él sintió una gran furia porque Octavio lo pudiera ver así, la otra parte sintió que la excitación lo recorría de los pies a la cabeza.
Y Octavio debió notarlo porque dijo: Sabes que no es apropiado, Emilio. - Eso le basto para quitarle el deseo.
Joaquín agradeció que Octavio no le pudiera ver la cara, porque sin duda la imagen de Emilio con pantalones, descalzo y si camisa la dejaba sin aliento.
- Joaquín.
- Emilio - le contestó el con una gran sonrisa.
- ¿Te gustaría ir a dar un paseo por la playa?
- Sí, claro.
- Bien, vamos.
- ¿Ahora? Pero no has desayunado aún.+
- No importa, llevaremos algo de comer y hacemos un pic nic.
- ¿Vas a ir vestido así?
- Nos vemos aquí abajo en 10 minutos.
E ignorando completamente a Octavio los dos se fueron a sus respectivas habitaciones. Octavio lo único que pudo hacer fue sonreír y dar un largo trago a su café.
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Seduciendo a un Caballero (adaptación) Emiliaco
RomancePara todos Emilio tenía una vida perfecta, no le hacía falta nada. Tenía una exitosa carrera, una casa increíble, un carro último modelo y un novio hermoso. ¿Qué más podía pedir? En pocas palabras era un caballero perfecto. Hasta que un día antes de...