capitulo 42

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Dos minutos después Emilio  ya se había cambiado, y los ocho minutos restantes se dedico a dar vueltas y vueltas por la cocina, metiendo comida en una canasta para llevarla al picnic.

Joaquín llegó al cumplirse los diez minutos, seguía exactamente igual, vistiendo la camisa de Emilio.

- Qué puntual - dijo él -, pensé que a los hombres les gustaba hacer esperar a los hombres.

- Eso depende del hombre y de lo que queramos conseguir. ¿No crees que es muy temprano para dar un paseo por la playa? Ni siquiera ha salido el sol.

- Por eso es el momento perfecto.

Salieron de la casa tomados de la mano, por un largo rato estuvieron en agradable silencio. Después empezaron a platicar de trivialidades.

Luego Emilio se detuvo, saco una manta de la canasta y la invitó a sentarse.

- Este es el lugar perfecto.

Joaquín miró en dirección a la casa, no se veía. Habían caminado por largo rato, la forma de la playa era la de una bahía por lo que la casa estaba del otro lado, lo que hacía imposible verla.

- ¿Todo es perfecto? - preguntó el sentándose a su lado.

- Sí, incluso tu eres perfecta. - Se besaron, fue un beso intimo, no fue salvaje ni pasional, todo lo contrario, apenas era un simple contacto de labios.

- Lo maravilloso de esta playa es que el sol no se oculta por el mar. Por la forma de la tierra, aquí el sol sale por el horizonte - dijo señalando al mar - y se esconde por las montañas.

Joaquín  miró hacia el mar. El cielo era azul, pero de pronto el sol empezó a salir como Emilio había predicho, entintando el cielo de colores primero rosados, característicos del amanecer, luego naranjados hasta que se colocó sobre el mar y el cielo se volvió de un azul claro.

- Dios, creo que nunca había visto un amanecer tan... perfecto.

Emilio sonrió. - ¿Sabes que lo haría más perfecto?

- No, Joaquín , aquí no. Alguien podría vernos - dijo un poco escandalizado.

- ¿Estás seguro que no te gustaría....

- No - lo cortó Joaquín  de golpe.

- ¿Al menos puedo preguntar por qué no te cambiaste?

- Me gusta como me queda tu camisa.

- Eso sí lo tengo que admitir, se te ve mejor a ti que a mi.

Joaquín sonrió. - Además, traigo mi traje de baño abajo.

Eso le dio una idea a Emilio. Le pasó un brazo por la espalda y el otro por debajo de las rodillas y la levantó.

- Emilio. Emilio. ¿Qué estás haciendo? - dijo al ver que se dirigía al mar.

- Tengo ganas de nadar. ¿Tú no?

- Noooo!

- Lástima, yo sí. - Dicho esto entró en el agua, como el sol acababa de salir el agua estaba muy fría. Emilio  aventó a Joaquín más adentro. Se mojó por completo.

- El agua está helada, Emilio. Vamonos de aquí antes de que nos de algo.

Emilio pudo notar que los pezones de Joaquín se ponían duros por el frío. .- Sabes, yo tengo una buena manera de quitarnos el frío. - Se acercó a el y lo besó con intensidad.

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- Ay, gatito, perdóname. Arruine nuestra luna de miel - dijo Renata triste y viendo su pierna enyesada.

- Lo importante es que estas bien - le dio un beso en la frente -, será mejor que regresemos a México para que te vea un doctor especializado.

- Pero no vas a regresar a trabajar, ¿verdad? Nuestra luna de miel todavía no termina.

- No, no voy a regresar. Voy a estar pegado a ti hasta que te recuperes - le besó la palma de la mano. - Esperame, no tardo, voy a hacer los preparativos para que regresemos.




Seduciendo a un Caballero (adaptación) EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora