capitulo 60

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La boda se celebró una semana después. Fue una pequeña recepción en la que a pesar de las palabras de Emilio casi no estuvo cerca de Joaquín , por alguna u otra razón los invitados los requerían y a pesar de estar en el mismo lugar siempre estaban separados.

- ¿A qué hora me puedo ir?

- Joaquín , es tu boda, cómo te vas a ir.

- Es que ya me cansé, además de que el  novio no ha visto al novio ni un segundo.

- Bueno, bueno... espera una hora más y te vas, no puedes dejar a los invitados plantados.

- ¡¿Una hora?!

- Sí una hora y ya.

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¿Quién habría pensado que ser novio podría ser tan complicado? Emilio definitivamente no, había pensado que sonreiría, besaría Joaquín y todo el mundo lo felicitaría... pero no, Renata le había dicho que tenía que hacerlas de anfitrión.

Vio a Joaquín del otro lado del salón hablando con dos señoras que en la vida había visto. Y por la cara de Joaquín también podría asegurar que el jamás las había visto tampoco. Ciertamente, Renata tenía una perspectiva de pequeña celebración muy diferente a la que él tenía.

Bueno, por primera vez en tres horas por fin estaba solo, después de bailar con Joaquín no había podido acercarse a el  otra vez agradeciendo a los invitados y hablando con otros tantos, y cuando al fin tuvo un respiro ve a Joaquín acosado por dos señoras; y como buen caballero que era se decidió a rescatarlo.

Se acercó lentamente a ellas, se mezclaba con los invitados e intercambiaba algunas palabras de cortesía.

- Buenas noches, señoras - dijo cuando por fin llegó donde ellas.

- Buenas noches. Permítanos felicitarlo por esta ocasión - dijo una de las señoras.

- Gracias. Les molestaría se les robo al novio  unos minutos quiero... hablar con el.

Las dos señoras rieron. - Claro, claro. Adelante, imagino que tendrá mucho que... decirle.

- Gracias, con permiso - tomo a Joaquín de un brazo y lo guió hasta alejarse de todos los invitados.

- ¿Qué querías decirme? - le preguntó el.

- Que tú y yo nos vamos en este momento. Con mucha discreción vamos a ir hasta la puerta.

- No podemos hacer eso, Emilio , nuestros invitados...

- ¿Prefieres estar con los invitados que conmigo? No te veías muy feliz conversando con ese par de señoras sosas.

- Esas señoras sosas son mi mamá y mi tía - dijo muy serio.

- ¿De verdad? - preguntó alarmado.

- No, pero podrían serlo. Anda, vámonos de aquí.

Con mucha sutileza lograron escaparse de la fiesta. Se subieron en el carro de Emilio y se fueron.

Ya de camino...

- Te tengo una sorpresa, tu regalo de bodas.

- ¿Regalo? Oh, Emilio no tenías que darme nada... yo no tengo algo para ti.

- Tengo que dártelo, te va a encantar y no te preocupes por tu regalo ya encontraras uno perfecto para mi.

En el primer semáforo en el que se pararon, Emilio saco una mascada negra de la guantera y le tapó los ojos a Joaquín , siguió manejando, diez minutos después volvieron a parar. Emilio lo ayudó a bajar del carro.

- Te voy a quitar la venda pero cierra los ojos, ¿ok?

- Bien.

Él le quitó la venda y el cerró los ojos.

- Ahora, abrelos.- Joaquín se encontró con una bellísima casa blanca frene a sus ojos. - Este es mi regalo: nuestra casa.

- Emilio , es preciosa - se adelantó para entrar en la casa, pero Emilio lo detuvo.

-Espera, dame el honor - lo levantó en brazos y lo llevó hasta la casa. El pasó sus brazos al rededor de su cuello. Pero al entrar se encontró con algo muy diferente a lo que esperaba.

- Pero no hay muebles, Emilio- dijo todavía abrazado él.

- No, claro que no. Es nuestro trabajo elegir los muebles, vamos a tener cosas que cuenten nuestra historia... además no va a ser difícil decorarla, conozco un pintor que es muy buena en su trabajo, hace cuadros preciosos.

- ¿Ah si? ¿Y el es bonito?

- Precioso, el hombre mas  hermoso del mundo.

- Pero bueno, que si sigues hablando así me voy a poner celoso.

- Pues déjame decirte un secreto: desde el primer día que lo vi - dijo en voz baja como si fuera un secreto de estado -, me enamoré de el. - Joaquín sonrió feliz. - Y, voy a tener la mejor noche de bodas del mundo.

- Pero si no hay muebles, Emilio.

- No, no hay muebles, ya después nos encargaremos de comprarlos... pero lo que sí hay es una cama y nos esta esperando.

Dicho esto se dirigió a las escaleras con Joaquín todavía entre sus brazos.

Seduciendo a un Caballero (adaptación) EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora