Capítulo treinta y siete: La sensación de su toque.

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Narra Leander:

Día seis. Tres guardias se aproximan a mi celda y con todas sus patéticas armas me apuntan, esta vez no utilizo la fuerza bruta y doy un paso fuera. Con ''rapidez'' me colocan las esposas sobre las muñecas y mientras que uno de los idiotas toma la delantera, los otros dos permanecen detrás de mí.

Camino con bastante tranquilidad. En el primer día no sabía muy bien lo que estaba pasando, al inicio pensé que por fin Lillai me llevaría a la horca, pero su estrategia para matarme se ha hecho bastante interesante. Al parecer seremos participes de la guerra que se desatará con quién sabe quién, no se porqué y tampoco me importa mucho. Mientras Amalia, la flacucha que una vez Lillai revivió, hablaba sobre nuestra labor; yo solo presté atención al hecho de que nos permitirán usar armas de fuego.

No me importó ver el sol por primera vez o ver como mataban al hombre que estaba a mi lado por intentar escapar, no sentí nada cuando su sangre me manchó el perfil. Lo que más me tenía cautivado fue escuchar que nos permitirían tener armas de fuego durante de los entrenamientos. Mis espíritus se elevaron con las cortas palabras de la ''general''. La adrenalina regresó y la sed por sentir el gatillo ceder ante mis dedos secaba mi lengua.

Esperaba ver a Lillai en persona, pero aunque no estuviera presente en carne y hueso, la podía ver incluso en la estructura del palacio asqueroso, en todas las bestias que hay alrededor y en el olor. Por alguna razón el aire exterior me huele a ella, debo de estar extremadamente drogado para oler a Lillai en todo lado, pero no me quejo. Debería de conformarme con poder oler su esencia en el ambiente, aún así no lo hago, porque sé que pronto lo podré hacer cuando la tenga entre mis manos.

La segunda vez que salí le presté más atención a los alrededores e ignoraba las estúpidas palabras de Amalia, es que se pasaba de mierda. Perece como si un domo invisible cubriera todo el perímetro, ya que hay arboles y césped en grandes cantidades, algo imposible de ver en el desierto.

Su magia ha crecido demasiado, al ver cada pequeño detalle quería matar a todos los presentes para correr dentro del palacio y encontrarla. Este día tenía más ganas de verla y se me ocurrían mil planes para hacerlo. Mis pensamientos tomaron vida de alguna manera, porque al segundo le dispararon a una mujer que intentaba atacar a los que estaban a su alrededor. Vi como su cuerpo cayó inerte y sonreí, me puedo acostumbrar a esta nueva rutina.

Hoy es el sexto día que salgo a la superficie y no puedo esperar para tener cualquier arma entre mis manos, me excito con solo pensarlo. Pienso en como he tenido una competencia de lanzar cuchillos con Amalia y lo mucho que me gustaría competir otra vez, lo mucho que me gusta sentir que me puedo salir de control en cualquier momento, sin importar que tan quebradas estén mis manos. Un movimiento en falso y cualquiera de los guardias de pacotilla implantan una bala en mi cabeza. Mi boca comienza a salivar y el peligro se convierte en mi alimento.

Comenzamos a hacer el recorrido fuera del palacio, tan solo nos permiten dar unos cuatro pasos en la exuberante alfombra y salimos a lo que es una enorme plaza. A lo lejos se ven jardines demasiado exagerados para mi gusto y decoraciones de todo tipo, inclusive su forma de decorar es teatral, vaya mierda.

Nos juntan como cerdos y nos dejan frente Amalia, el sol le da con fuerza en la cara e iluminan muy bien la cicatriz que no recuerdo haberle visto cuando estaba medio muerta en su casa. Lo único que sé es que es obvio que su nueva marca es una de las razones por las que está aquí, haciéndose cargo de un ejercito de rufianes. Lamo mis dientes superiores e ignoro todas sus palabras de la verga. No me importa lo que dice, no si no tiene nada que ver con Lillai.

Una vez más, muevo los ojos con disimulo por el lugar. No espero ver su elegante figura, sé que no será capaz de venir ahora, pero lo terminará haciendo tarde o temprano. Como la reina y señora de esta casa de locos debe de estar presente en uno de nuestros entrenamientos. El éxtasis me consume con solo pensar en verla a los ojos de nuevo y mi verga se despierta con solo pensar en su mirada asesina sobre la mía.

La Magia En Ella: El Reinado [#2]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora