Capítulo veinte: Intrusa.

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Narra Ayra:

Aliso el extraño uniforme, que consiste en un vestido negro con un delantal blanco. El delantal contiene un refinado borde de encaje y el traje es lo suficientemente largo que llega a cubrir mis rodillas magulladas. Encojo y vuelvo a estirar los dedos de los pies, las pequeñas zapatillas negras y brillantes no son de mi talla y me quedan muy pequeñas, parecen estar asfixiando mis pies.

La mujer embarazada termina de recoger mi cabello en un moño apretado y quedo lista para la misión. Coloco mis brazos con extrañeza al rededor de mi cintura ¿Dónde han conseguido el traje? La tela parece como nueva y el vestido auténtico ¿Será que secuestraron a una mucama para darme el traje a mí? Con el solo hecho de imaginarme a una pobre mujer atada, con los labios sellados en un rincón oscuro; se me pone la piel de gallina.

Juego con mis dedos debiluchos, pero termino escondiéndolos tras mi espalda al encontrarme con la mirada severa y distorsionada de Tracy. La mujer, que debe de tener por lo menos 6 meses de embarazo, se disculpa y se retira cuando ha terminado de prepararme. El jefe, que permanece alejado hablando con otro de los rebeldes, termina su conversación y se acerca a mí cuando ve que ya han terminado.

Mi corazón comienza a bombear ácido—. Ayra, debo de admitir que ya pareces parte del palacio sin mucho esfuerzo alguno —una sonrisa torcida se forma en mis labios, éste lo nota—. No te preocupes, todo saldrá como planeado —coloca una mano sobre mi hombro y me guía fuera de nuestro recinto.

El tan solo sentir como los mosquitos rozan la piel de mis brazos, hacen que me sobresalte. No pude negarme al plan del jefe diabólico. Además de sentirme importante, tengo un enorme deber sobre mis manos, encontrar aquellas plantas que pueden ocasionar su destrucción ¿Las ha tenido que desaparecer del país para que así nadie más pueda detenerla? Supongo que la respuesta más obvia es un sí.

El jefe me guía hacia la parte trasera de una enorme carreta de madera, toda esta es cubierta por una manta para que así nadie logre ver lo que hay en el interior. Mi boca se seca, me sentiría más segura si alguien más estuviera aquí conmigo... pero estoy sola, ni siquiera he sido capaz de traer el viejo reloj con la fotografía de mi hermana. Lo único que tengo es una cuchilla entre uno de los bolsillos, el leve peso me tortura. El jefe no se mueve, nos quedamos frente la carreta, inmóviles—. ¿Jefe? —se me ha sido difícil pronunciar palabra.

—Sube, nos están esperando.

Corro la manta con mi antebrazo y entrecierro los ojos en caso de que haya algo peligroso dentro de la carreta, pero lo único que logro ver son cajas. Coloco un pie sobre la superficie de madera, esta hace un crujido y luego me impulso para estar dentro. El jefe sube detrás de mí y segundos después se comienza a mover—. Pensé que nos dirigíamos al castillo —rasco mi cabeza con cuidado de no desarmar el peinado que ya me está provocando dolor de cabeza. No acostumbro a llevar el cabello recogido, siempre lo llevo suelto ¿Por qué será que Tracy nunca me enseñó a peinarme bien el cabello?

—Si, pero tomaremos otra ruta —sacude su pantalón estilo militar y fija sus ojos sobre la madera, juro que podrían ser rojos si quisiera.

—¿Cuál? —no puedo evitar preguntar.

Gira su cabeza y me dedica una mirada cómplice, mi estómago se revuelve y me hace pensar en lo mucho que necesito ir al baño en este momento ¿Por qué no fui antes?—. La subterránea.

Mis cejas se alzan con sorpresa ¿Una ruta subterránea? ¿Por qué no hemos hecho antes? ¿Por qué siempre atacamos de frente? ¿Por qué no tomamos este camino desde un principio?—. No lo entiendo ¿Por qué...?

Antes de que pueda expresar mis dudas, éste me interrumpe—. No podemos arriesgarnos, estos hombres tienen mucho poder sobre sus manos Ayra, no podemos arruinar sus caminos subterráneos con ataques que no van a funcionar —¿entonces sabía que nuestros ataques fracasarían?—. Gracias a ellos tenemos esta abertura hacia el castillo y solo la utilizaremos cuando tengamos todo listo y en orden —su mirada se agrava, mi vejiga se encoge—. Cómo te dije antes, eres nuestra arma secreta. Obtendrás las plantas y también el principio del fin —¿también seré la primera en usar el túnel subterráneo?—. Sé que tienes muchas preguntas, pero con el paso del tiempo, todas se verán resueltas —aparta su mirada de la mía.

La Magia En Ella: El Reinado [#2]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora