Narra Leander:
Tomo control y vida cuando presiono el gatillo cuantas veces me da la gana. Sangre cubre mi rostro, la lamo fuera de mis labios y la electricidad del sabor metálico me impulsa a salir de la pared de concreto y volarle la cabeza a unos tres hombres del bando contrario. Sonrío como un desquiciado, porque es más fácil y divertido de lo que pensé.
Voy a avanzar, quiero encontrar a más inútiles que disparar, me ciega el éxtasis. Reviso mis municiones, sacudo las cadenas que llevo en las muñecas y comienzo a dar enormes zancadas hacia donde encuentro más cuerpos con vida—. Alto ahí vaquero —Amalia coloca el cañón de su arma contra mi pecho para que deje de caminar—. Te estás emocionando mucho, esos son de los nuestros —señala al grupo de hombres que les cuesta mantenerse en pie—. Abre los ojos, no quiero que otra vez vayas por ahí accidentalmente matando a uno de los nuestros.
—Me equivoqué asesinando a un tipo que solía llamarse a sí mismo homicida y le tenía miedo a la sangre, no te atrevas a llamarlo uno de los nuestros.
Bufa y se quita el cabello con sangre de su rostro—. Voy en serio Leander. Aunque seas uno de los mejores aquí, te vuelves loco y no quiero otro accidente. Debes de estar alerta y solo disparar si es el enemigo. Vamos.
Tiro de mis manos con brusquedad, rasgando la piel con mis cadenas—. Estoy cansado de que me de órdenes una mocosa a la cual salvé de su miseria de vida —mantengo mi arma fuera en caso de que decidan atacarnos por sorpresa. Con poco entusiasmo miro a los demás criminales, cada uno camina al lado de un oficial en caso de que hagan algo estúpido.
—Dos cosas. Uno, ya no soy una niña. Dos, Lillai fue quien salvó mi vida, tú solo te dedicaste a observar.
Chasqueo la lengua—. No acepto ninguna de las dos. Sigues siendo una enana y si no hubiera ido a ver a tu padre Lillai jamás te hubiera conocido, fue gracias a mí así que ya cállate.
Vuelve a apuntarme con su arma—. No me hables así Leander, te recuerdo que soy tu general —casi me rio en su cara al ver a Amalia de esta forma.
—Anda —lamo mis labios—. Dispara —me detengo y la vuelvo a ver a la cara, ésta tiene que volver a apartarse el cabello sangriento de la cara para verme—. Tú y yo sabemos muy bien que no presionarás el gatillo —sonrío de oreja a oreja, mostrando mis dientes—. Que verga, me disparas y ¿Qué le dirás a Lillai? —Amalia presiona con más fuerza su arma contra mi pecho—. ¿Acaso le dirás que morí en el campo de batalla? O ¿Le dirás la verdad? Que morí porque desobedecí a la ''general''. —juega con el gatillo, arqueo una ceja. Los segundos pasan, pero el disparo no viene. Amalia aparta el arma de mi cuerpo y yo señalo—. ¿Ves?
Seguimos caminando mientras que frunce de manera más profunda su ceño—. Te equivocas, no te mato por Lillai. No lo hago porque eres uno de mis mejores soldados, porque mágicamente estás vivo gracias a tus habilidades y porque ya te conozco desde hace tiempo y no te aborrezco lo suficiente como para matarte.
—Eso es algo nuevo —le doy dos palmadas a la mochila que lleva colgada a la espalda, la mochila militar que todos llevamos con suministros—. Nunca nadie me había confesado que no me matan porque no me odian lo suficiente.
—Igual, no te equivoques. Si mueres en el campo de batalla seguiré el camino sin tan siquiera voltearme a ver tu cuerpo.
Observo su rostro con bastante curiosidad al escucha sus palabras descaradas—. Es algo que no me creo —le susurro cuando estamos más cerca de otros soldados, no quiero que nadie se entrometa—. Con cada una de las muertes, sin importar si son criminales o no, te has girado para ver sus cuerpos inmóviles como si te despidieras de sus almas. Probablemente harás lo mismo conmigo, patética.
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La Magia En Ella: El Reinado [#2]✔️
FantasySegundo libro de La Magia En Ella. Después de asesinar a la realeza, Lillai toma el trono. La pesadilla para muchos y el sueño para otros, se vuelve realidad. La única bruja con vida ya no se esconde de las masas. Vive para dirigir un reino, vive p...