Capítulo quince: Un favor.

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Narra Eliza:

Observo el agua de la tina, de ella emana un olor dulce, como la miel y algunas hierbas descansan en la parte superior. Las miro flotar y mientras lo hago, mis ojos se adormecen. Empiezo a sentir los párpados pesados, pero recuerdos de mis padres hacen que no logre cerrar los ojos.

Tomo entre mis manos un poco de agua y lavo mi cara, las mucamas han preparado el baño para mí, pero lo más que hago es permanecer en el suelo; aún vestida, sin poder hacer mucho. Enjuago mis ojos hinchados y me coloco de pie con torpeza, este será otro día que fracasé en bañarme. Me abrazo a mí misma y observo el reflejo, en el pasado hubiera quedado espantada, ahora lo más que hago es sentir lástima por mí misma.

Mis ojos están rojos y secos, bajo ellos tengo bolsas casi púrpuras que muestran lo mucho que me cuesta conciliar el sueño. Mi tez se ha vuelto más pálida de lo normal, mis labios parecen un desierto y mi cabello un nido de pájaros. No me molesto en arreglarme, tampoco en pretender alguien que no soy.

Salgo del baño y me encuentro con un carrito metálico donde colocan mi comida, me acerco y los olores logran que me aleje. He perdido el apetito y sin importar que tan deliciosa esté la comida, siempre tiene el sabor metálico en mi paladar. Empujo el carrito cerca de la puerta para que se lo lleven en el caso de que entre otra mucama y me acuesto en mi cama.

Antes, si me dijeran que viviría en un castillo estaría volando sobre las nubes. Siempre me gustaron las cosas brillantes, lindas y elegantes. Pero ahora, siento que nada vale la pena, no logro ver la belleza en lo que me rodea y tampoco me siento extasiada de recorrer el sin fin de pasillos. Aveces me asusto, porque pienso que estoy rota. Porque no puedo disfrutar de lo que siempre quise, porque cada día tengo menos hambre y porque cada minuto el valor de la vida pierde el sentido.

Pienso en Lillai y en aquella sangrienta vez que la encontramos cortándose las muñecas con un pequeño cuchillo que encontró en la cocina. Papá se abalanzó hacia ella para arrebatarle el arma y mamá se apresuró para limpiar toda la sangre, mi hermana lloraba a cántaros y yo observaba todo desde el marco de la puerta.

Coloco mi dedo índice y pulgar sobre mis ojos para que no comiencen a derramar lágrimas. Me esfuerzo por eliminar la imagen de una Lillai más joven, sufriendo por su magia y también batallo porque la imagen de mi hermana como la nueva Reina también se vaya.

Tres pequeños golpes en la puerta me dejan saber que Castar está aquí. Éste es el chico que siempre viste de negro y no deja que la mayoría de su rostro esté al descubierto. Aún sigo sin saber de su función en el palacio. Parece llegar cuando le plazca y cuando me doy cuenta, desaparece de nuevo.

Generalmente vela por mí cuando está cerca de mi habitación. Antiguamente me hubiera desmayado al ver que un hombre tan apuesto y misterioso estaría tan cerca de mí.

Castar abre la puerta lentamente y la cierra tras él cuando entra a la habitación—. Lady Eliza, por lo visto no ha tocado nada de su comida —escucho como arrastra el carrito metálico y camina hacia la cama, yo le continúo dando la espalda—. Lady Eliza, todos nos preocupamos por usted; raramente come y si lo hace lo vomita. También debe de tomar sus medicamentos —hago una mueca—. Y su majestad también está consternada —me encojo en mi lugar—. Por favor acérquese para otorgarle sus medicamentos.

No me muevo, no quiero tener nada que ver con unas estúpidas medicinas—. Por favor, usted es muy amable. Pero déjele ese trabajo a las mucamas —se lo digo recordando que las mucamas batallan por horas para lograr que consuma algo—. Sé que mi hermana probablemente le ha dado este trabajo, pero no se lo tome tan literal, yo estoy bien. Gracias, ahora puede retirarse.

Pero éste no se retira, lo escucho mover los platos y tomar un par de cubiertos—. Discúlpeme, pero su hermana querría que comiera por lo menos la mitad de este plato —tomo aire con fuerza y lo sostengo cuando vuelve a mencionar a Lillai, con solo ese hecho miles de emociones me invaden y no me agrada la sensación; quiero tantas cosas y no quiero nada a la vez. Quiero a mi hermana mayor a mi lado, diciendo que todo estará bien. Pero al mismo tiempo no quiero que se acerque a mí, puede que ella crea que el monstruo es ella. Pero la verdad es que el único demonio aquí soy yo, yo fui la culpable de que mandaran nuestros padres a la horca—. Por favor Lady Eliza —la formalidad me da grandes golpes en la cabeza—. ¿Por qué no gusta comer?

La Magia En Ella: El Reinado [#2]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora