Epílogo

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Narra Lillai:

Miro el tiempo correr frente a mí, como si fuera una estrella fugaz. Corre con fuerza por el cielo y desaparece como una chispa sin dejar rastro, solo con ganas de volver a verla para pedir un deseo una vez más.

Pienso en mis propias etapas, en cómo el tiempo me recibió con brazos abiertos en cada una de ellas. Desde que aprendí a caminar, a usar mi magia, encontrar a personas valiosas en mi vida, sentir el dolor puro, presenciar el horror y belleza que es la muerte... Al final, el tiempo te lleva por diferentes lugares, muchas veces no sabemos a cuál lugar nos llevará después. En mi caso, ahora lo sé.

Miro desde arriba a todos, el señor Marín con su bastón, el señor me guiña un ojo y yo le agradezco mentalmente por guiarme por ese camino de mi vida. Miro a Castar o Killian, sin una de sus típicas máscaras, sonriendo y con su cabeza rígida, su mirada al frente. A su lado, mi hermana, con lágrimas en sus ojos y sonrisa de lado a lado sosteniendo la mano de Killian, al parecer el amor de su vida.

Drako mueve su melena de lado a lado y me mira con intensidad, bastante orgullo sobre sus ojos claros, al igual que los de Deema. Corentium se mantiene elevado en uno de los candelabros, agacha la cabeza en acuerdo con mis acciones.

Miro a Liz en el medio de los dos hermanos Jhon y Derek, los tres me miran con bastante orgullo en sus ojos, sus sonrisas no flaquean. Leander, se mantiene más alejado que los demás, entre la oscuridad de la estancia. Sus ojos no se apartan de los míos, ocasionan que mi corazón gire con inquietud pero al mismo tiempo con ganas de que venga a recogerme de mis pies y me permita esconderme entre su cuerpo.

Dejo mis ojos determinados sobre los de la general Amalia, su cicatriz se remarca aún más alrededor de sus ojos cuando los encoge al sonreír. Termina por eliminar de mi cabeza la pesada corona, el oficial se deshace de la pesada capa y otro del orbe y el báculo de oro. Todo lo terminan por colocar sobre Clove, quien permanece de pie frente al trono, sus ojos puestos sobre todos los presentes.

—¡Inclinen sus cabezas ante su nueva Reina! —anuncia Amalia, haciéndose a un lado.

Clove toma su lugar, el lugar que tanto merece, en su trono y todos nos inclinamos ante su nueva majestad. Mis hombros se liberan de la tensión y la presión se deshace de mis huesos. Ajusto mis ojos sobre los de la nueva Reina del país, sus ojos gato me miran con agradecimiento y orgullo, me deja saber que le he dejado el papel a la persona correcta y estoy segura de ello.

(...)

Eliza llora entre mis brazos, yo la sostengo con fuerza contra mi cuerpo. Siento cada uno de sus sollozos recorrer mi columna vertebral. Sé que no quiere aceptarlo, pero después de todo lo necesito y no será para siempre. Se separa de mí, yo limpio sus lágrimas—. Gracias —le susurro, porque me permite hacer lo que más necesito en la vida.

Después de todo lo sucedido, aprendí que no estoy bien y que nada será igual después de todo lo que pasó. Que sanar es un proceso largo y cambios tienen que llevarse a cabo para poder lograrlo y estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario.

Me acerco a Jhon y Derek, ambos me abrazan con fuerza—. Siempre estaremos para ti Lillai —me aseguran.

—Espero que puedan encontrar a su madre —les doy la mano con fuerza a los dos hermanos, siempre han querido encontrar a su madre después de haber sido separados a la fuerza desde pequeños.

Liz es la siguiente, me toma del rostro con vigor y deja dos largos besos sobre mis mejillas—. Me encargaré de seguir recibiendo a tus seguidores, seguiré el legado de Alice. No olvides que si necesitas algo estoy aquí para ti —coloca una mano sobre mi frente, sus ojos se achican, una lágrima cae sobre su mejilla—. Estamos a una llamada mental de distancia —ambas nos reímos. Le envuelvo en un largo abrazo y le agradezco por recibirnos siempre con sus brazos abiertos.

Castar me abraza un poco, después de todo nunca nos acostumbramos a demostrar afección física. No dice nada en voz alta, pero todo lo que necesito escuchar está sobre su mirada—. Cuídala —señalo a Eliza con la cabeza—. Por favor.

—Tiene mi palabra, la cuidaré como mi propia vida.

Clove y Amalia me reciben abiertamente—. Confío en que serán las mejores líderes del país —les guiño un ojo.

Clove se sonroja, su rostro toma el tono de su cabello—. Gracias por todo Lillai —me hace una última reverencia, es extraño, ya que es ella la que lleva la corona ahora.

Corentium se desliza de nuevo entre mis piernas, yo muevo a la serpiente una vez más, ya le he dedicado mucho tiempo—. Ve con Eliza, por favor —pero a regaña dientes es que lo hace, no parece querer alejarse de mí. Le dedico una palmada sobre su enorme cabeza y le dejo un enorme beso. Le agradezco tanto por estar allí para mí. Ella se arrastra a mi hermana, Castar se coloca a su lado y le permite aferrarse a su brazo, el mismo brazo en donde mantiene el tatuaje de la misma serpiente.

Sonrío con dolor, giro mi rostro y miro a Leander. Tan él, de pie, esperando a que llegue su turno. Tantos momentos juntos, tanto amor y al mismo tiempo dolor. Nos lastimamos de maneras incomprensibles y él sabe muy bien que ambos debemos de trabajar en nosotros mismos, en sanar esas heridas... en caminos diferentes. Después de pensarlo decidí que me iría del país, decidí salir en camino a Balizia, el lugar que se supone que iríamos antes de que pasara todo el desastre, el lugar que mi madre tanto ansiaba visitar.

Me acerco a su cuerpo, el que siempre me recibe cuando más lo necesito. Éste, con miles de emociones en sus ojos claros, me toma del rostro y me besa con fuerza, sin importar que tengamos a tanta gente observando. En el beso, siento todo nuestro recorrido juntos en el desierto. Cada momento que se plasma en mi cabeza, se vuelve a repetir. Nuestro primer beso es una de las muchas imágenes que se aparecen, en lo mucho que ambos ansiábamos esa cercanía.

Sus ojos, su forma vulgar de hablar, en cómo compartimos nuestros más profundos secretos, el gran miedo que le tuve la primera vez que lo vi cubierto en sangre. En cómo se presentó a él mismo como asesino y yo como bruja. Leander se aferra a mi cuerpo, yo al suyo, pero ambos sabemos que debemos de separarnos.

Me alejo de sus labios, aguanto las lágrimas con fuerzas y lo miro a los ojos. En esta cercanía miro los detalles de estos, el gris y el verde, como se mezclan en tanta armonía—. Sin importar cuanto tiempo pase —susurra, lo escucho a pesar del bullicio que crea el helicóptero a mis espaldas—. Siempre llegaré a ti, siempre seré tuyo como tu mía —me mira con intensidad—. No habrá nadie quien diga lo contrario y si lo hay... lo mataré.

Me río un poco, una lágrima lastimera se me escapa, juré que no lloraría—. Te amo.

Deja un beso casto—. Te amo —lo dice con tanta facilidad que mi corazón explota con las simples palabras—. Donde sea que vayas, quiero que sepas que terminaré llegando. Cuando ambos estemos listos, sabes lo único que necesitas hacer.

Si —le digo mentalmente.

Deja sus labios sobre mi frente y yo planto los míos sobre su mejilla y me separo. Mi corazón se rompe en tantos pedazos que se me es imposible recogerlos todos, doy un paso hacia atrás y los miro a todos, tomo aire y me giro. Drako se coloca de pie y comienza a caminar a mi lado, es al único que le permití acompañarme en mi nueva travesía.

Ambos, con dificultad, subimos a la terrible máquina. La que esta vez no me llevará a la muerte, si no que a mi nuevo paraíso. Miro a todos a lo lejos, Eliza llora sin parar, los demás me despiden con una sonrisa. Leander se mantiene rígido, sus manos forman puños y desde aquí miro lo rojo de sus ojos. Me giro y la puerta se cierra.

Drako y yo nos sentamos al lado de cada uno, me sostengo de su melena al elevarnos en el aire y miro el paisaje abajo. Como cada vez todo se hace más pequeño y desaparece en la distancia.

Por fin, después de todo, llegaré a Balizia.

La Magia En Ella: El Reinado [#2]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora