Entre Asesinos Y Presas. Poe × Apolo (En Corrección)

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No soy fan de estas cosas.

Apolo Hidalgo

Si soy sincero, me tomo muy desprevenido el beso de Poe. Aunque sé que el me dijo que si se lo pedía lo haría, pensé que era un chiste.

También me tomó desprevenido su visita, y el regalo y las disculpas. Él en lo general me tomo muy desprevenido.

Pero me las apañe para disimularlo un poco.

Y justo ahora estoy besando al chico que me gusta. Sus labios saben a jugo de naranja, no se porque.

El tiene sus manos en mi cintura, lo cual hace que muchas maripositas en mi estómago. Yo tengo mis manos alrededor de su cuello.

Esto se siente jodidamente bien.

No sé cómo, pero estoy pegado a la pared, tocó alguno de los rizos rubios de su cabello. Ahora el tiene la mano más abajo de mi cadera, su mano sigue descendiendo lentamente, y eso me pone nervioso.

Toda su anatomía está pegada a mí, mi corazón parece que se va a salir, y estoy seguro de que mis mejillas no son las únicas que están calientes.

Siento como el con sus dedos sujeta el borde de mi camisa. Sé que en cualquier momento me la va a quita.

Usualmente estaría muy nervioso, pero mi corazón y mi cerebro me piden que continúe.

Y yo también.

Y mi conciencia también.

Siento como se quita la chaqueta que tenía encima, sin separar sus labios de los míos. Esto pasará a mayores.

Quitó una de mis manos de su cuello, y la bajó hasta su pecho, lentamente voy bajando mi mano. Al estar sobre su pecho, escucho que si corazón late tan rápido como el mío.

Justo cuando estoy al borde de su pantalón, alguien toca el timbre.

Fuck.

Maldición.

Me separó de él y veo a la puerta, ruedo los ojos.

El se separa de mí, y doy un largo suspiro, antes de encaminarme hacia la puerta.

El me detiene por el brazo, y se vuelve a acercar a mí. Está vez pasa sus dedos por mi cabello. Claro, si no sería muy obvio lo que, ejem... pasaba.

—No puedes abrirle a quien sea así de despeinado —dice, y luego me mira a los ojos, y se inclina un poco —. Sospecharían —seguido de eso, me da un piquito en los labios.

Yo sonreí, y está vez si fuí a la puerta a ver quién era. Arregle un poco mi camisa, ya que se veía muy arrugada.

Al abrir la puerta, ví una melena castaña, y unos ojos cafés.

Raquel.

Qué oportuna.

Hago un gran esfuerzo para sonreír, ella tiene algo entre sus manos, una caja con tres agujeros circulares.

¿Qué demonios...?

—Hola, Lolo —me saludó, luego sonrió —. ¿Cómo estás?

—Bien, ¿Qué es eso?— pregunté.

—Bueno, es... —la palabra se quedó en el aire, cuando vió a cierta persona detrás de mí, abrió los ojos, sorprendida —. ¿Poe?

—Hola, Raquel —saludó este.