Cuarenta y nueve

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Soy la clase de persona que piensa que los lugares como estos guardan secretos inquietantes

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Soy la clase de persona que piensa que los lugares como estos guardan secretos inquietantes. Los bosques, la naturaleza que parece infinita, que se pierde entre caminos sin rumbo, y donde se extienden largas y angostas carreteras. Hablé de eso con Harry un par de días antes, pero solo se rio.
A él le parecía gracioso que creyera en aliens, monstruos de montaña, portales a otra dimensión, y estaba pensando en ello de nuevo mientras él conducía en silencio de vuelta a la ciudad de Polk, donde finalmente volveríamos a casa, tras haber partido muy temprano esa mañana hacia las costas de Carolina, tan sólo para tomar a príncipe e irnos sin perder más tiempo.

No quise pasar otra noche en casa de mis padres, prefería dormir tranquila con Harry en su casa o en la mía.
El problema fue que al final se hizo de noche y mi mente volaba alto.

Miraba la pantalla de mi celular y leía un increíble caso de abducción que ocurrió durante los años 60s a una pareja de casados llamados Betty y Barney Hill.

Ambos, transitaban por una carretera como aquella en la que me encontraba con Harry y al igual que nosotros, era de noche, cuando de pronto vieron una estrella acercarse tanto hasta convertirse en una gran nave que se posó delante de ellos y de ahí, unos seres humanoides se comunicaron a través de la mente con ellos, experimentaron con sus cuerpos y luego los abandonaron en otro lugar de la carretera.
Me atemorizó un poco leer acerca de las pruebas que tenían a su favor.
Como el vestido de Betty, que estaba roto y dañado con radiación, y por supuesto, todas las pruebas psicológicas que demostraron que la pareja no mentía y que en efecto, estaban convencidos de que habían sido raptados por extraños seres de otro planeta.

Mire hacia el cielo con inquietud, analizando las estrellas, asegurándome de que ninguna de ellas estuviera aproximándose a nosotros, cuando de pronto Principe se sacudió bruscamente en el asiento de atrás y me hizo sobresaltar y llevar una mano al pecho.

—¡Perro, me asustas!— exclamé y Harry a mi lado sonrió y puso una mano en mi pierna.

—¿Qué andas leyendo? Cosas de fantasmas seguro— casi adivinó porque comenzaba a conocerme. En momentos como esos, cuando me ansimismaba en la lectura, había casi un noventa y cinco por ciento de certeza que estaba leyendo algo paranormal.

—Abducciones— bloquee mi celular y lo guardé en el bolsillo de mi pantalón.

Harry resopló.

—Esas cosas ni existen.

—Claro que sí, este es un caso real.

—Ya imagino cuan real debe ser— continuó burlándose.

—Es muy, muy real— reafirmé— es muy egocentrista de tu parte pensar que somos la única clase de vida inteligente en el universo, aún sabiendo que este es infinitamente grande.

—No creo que seamos la única vida inteligente, creo que no hay aliens que abducen humanos. Piénsalo, pensar que dentro de toda la variedad de vida inteligente que podría existir por ahí, somos nosotros a los que siempre visitan y abducen y además creer que la vida de otros planetas es idéntica a nosotros; con una cabeza, un torso, dos brazos y dos piernas, dos ojos, una nariz, una boca, justo como los humanos, eso sí es egocentrista. ¿No lo crees?

Querida mía | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora