T r e i n t a i d o s

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Por encima de una filosa roca, aguardamos a que el espectáculo del atardecer terminara

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Por encima de una filosa roca, aguardamos a que el espectáculo del atardecer terminara. Sus luces se las tragó el horizonte y nuestras ropas comenzaron a secarse al poco rato.
Harry a mi lado, deslizó las manos por su cabello, pasando los dedos de largo entre esos mechones tan sedosos.
Era tan atractivo que algunas veces aún me preguntaba por qué seguía ahí conmigo.
Antes de conocerlo, nunca tuve una relación formal con alguien, había conocido algunos chicos durante mis años de preparatoria pero todos ellos eran tan canallas que ni siquiera su memoria valía la pena.
Harry en cambio, tenía el glamour de un dandi y la nobleza de un niño pequeño. A veces era complicado debido a los rumbos que tomó su vida en los últimos años, pero al ponerlo en una balanza, me parecía que tenía mayor peso su lado bueno y por eso lo elegía cien veces.

—¿Tienes hambre? Se me ocurre que puedo invitarte a cenar.

—En estas fachas— mostró su ropa.

—Ningún restaurante aquí es muy elegante y los que están en la costa te permiten entrar incluso en bañador.

—Preferiría cambiarme la ropa— insistió, se puso de pie y me tomó la mano para ayudarme.

Al bajar de esa enorme piedra clavada entre la arena, caminamos sin soltar nuestras manos y podía sentir que todo era bastante romántico. Estaba segura de que ninguna de nuestras citas podía compararse a ese momento y eso me enamoraba mucho más.

Cuando llegamos a casa mi tía y sus hijos ya no estaban, mis padres por su parte veían televisión en su recamara.

—Iré a cenar con Harry— les avisé.

—¿No quieren quedarse aquí? Podemos ordenar una pizza, no les molestaremos— ofreció papá.

—A Harry se le antoja comida marina, pero no tardaremos mucho, volveremos en un rato.

—Bueno.

Volví a mi habitación justo cuando Harry buscaba en su equipaje una playera y unos pantalones para sustituir los anteriores.
Yo hice lo mismo.
Me cambié por una falda azul hasta los pies y una crop top blanca.

Salimos de casa solo unos minutos después. Harry, tal como lo supuse, tenía ansias de comer mariscos así que lo llevé una calle de restaurantes frente a la costa.
Caminamos, mirando los menús expuestos en carteles de madera pintados en blanco.
Todos siempre decorados con dibujos de peces animados y mientras a mí todo me resultaba tan familiar y aburrido, Harry lucía fascinado.

—Hamburguesa con camarones, ¿Quién haría algo así?— rió al ver el menú de un restaurante al que finalmente decidimos entrar, donde combinaban la típica comida Americana con las delicias del mar.

Elegimos una mesa frente a uno de los grandes ventanales a través del cual teníamos una linda vista a las antorchas de la entrada y unos metros más lejos, la negrura de la costa, la luna y las estrellas.
Comenzamos ordenando un coctel de camarones para cada uno. Una limonada para mí y una cerveza para Harry.
Luego, mi plato fuerte fueron los rollitos de filete de pescado con puré de papa y arroz, una de las especialidades del lugar. Harry ordenó un pescado relleno al horno, pero este tenía una presentación que a mí me resulto bastante desagradable. El pescado continuaba en su forma original, recostado de perfil en su plato, a un lado de una montaña de puré de papa y verduras al vapor.

Querida mía | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora