Para esas personas como yo, que han pasado mas tiempo a orillas del mar, que por encima de las montañas, ese clima podía llegar a ser un tormento.
Y no es que no lo estuviera disfrutando, ni que no lo hubiera añorado, sino que mi cuerpo comenzaba a quejarse tanto que me resultaba imposible pensar en otra cosa.Por suerte, durante la caída del atardecer, cuando el frío se torno insoportable, Harry me llevó hasta un restaurante en una cabaña, poco después de encontrarnos con sus amigos.
Nos sentamos junto a una ventana y miramos al otro lado de la calle, el gran árbol navideño que estaba instalado en el parque central de la villa.
Agradecí poder regocijarme en el costado de Harry mientras lo miraba y aunque en algún momento creímos que pasaríamos el atardecer caminando por el parque, no pudimos hacerlo, porque me negué rotundamente a salir de nuevo.
—Ya no siento los dedos— le dije a Harry mientras me quitaba los guantes para mirarlos, hinchados, enrojecidos y con las uñas pálidas.
Harry tomó una de mis manos y la besó, antes de soplar su aliento cálido contra mis nudillos.Sus amigos al otro lado de la mesa, nos relataron su día mientras cenaban pastas, café y panes.
Luego se disculparon y salieron a dar una última ronda por la calle, porque pronto volveríamos al tren.—Fue un buen día— le dije a Harry mientras terminaba con mi plato caliente de fideos, que me ayudó a volver en calor y tomarme la confianza de quitarme el abrigo.
—Que bueno, amor— respondió el chico bebiendo de su taza de chocolate.
Me quedé mirando hacia la ventana y no dije nada más.
Las luces, las personas y la celebración en las calles, eran como disfrutar de una película o una obra de teatro.Harry pagó la cuenta, esperó un poco hasta que estuve lista y luego, cuando volví a colocarme los guantes y el abrigo, salimos disparados hacia el tren.
Corrí haciendo un escándalo y me seguía entre carcajadas.
—¡Esperame!— pidió, pero yo no me detenía porque todo lo que quería era llegar al tren.
Harry me alcanzó de cualquier forma, me sujeto de la mano y corrió conmigo el resto del camino hasta que llegamos a la estación, donde algunas personas ya habían comenzado a abordar.
Logré recuperar el calor durante el camino de vuelta a la zona de cabañas donde nos hospedabamos, pero una vez más tuve que aguantar el punzante frío de vuelta por el sendero, el cual me pareció más largo de lo que fue por la mañana.
Por fortuna, llegué a nuestra cabaña intacta, aunque temblando de frío.
Apenas pude tener la fuerza de quitarme los zapatos antes de esconderme en las profundidades de la cama, quejándome con extraños ruidos como los de un gato a mitad de un callejón.
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Querida mía | Harry Styles |
FanficUna novela de amor entre una chica y un extraño hombre en la casa de a lado.