S i e t e

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Durante unos días, creí ser capaz de confesarle a Zahira mi vida privada

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Durante unos días, creí ser capaz de confesarle a Zahira mi vida privada. Hablarle del estilo de mi día a día, porque algunas veces necesitaba hablar con alguien de eso y también hablar de Harry.
Si embargo, ella preparó una fiesta en su casa y al llegar ahí, supe que lo mejor sería mantener la boca cerrada.

Ese lugar era tan magestuoso, tan impactante para una chica de economía media.
La planta baja estaba compuesta por espaciosos salones con ventanales de cortinas blancas que caían desde los techos altos hasta los suelos de madera.
Era un sitio tan antiguo como la casa que yo rentaba, con la diferencia de que la casa de Zahira era más parecida a un palacio.

Pensé en mi madre, que acostumbraba decir que amistades como esas no son convenientes pues son personas arrogantes que al tenerlo todo, disfrutan de humillar a los demás.
Pero aunque me costaba creer que Zahira me despreciaría por no tener una mansión ni una gran herencia, decidí no hablar de eso, porque no era algo que me enorgullecía.

Así que dejé pasar el tiempo y en vez de hablar de todas esas cosas que estaban asfixiandome por dentro, me las guardé más que nunca.
—¿Qué sucedió con tu admirador?— preguntó unos días después.
—Nada, ha dejado de hablarme— mentí. En realidad, los mensajes no eran tan persistentes como el primer día, pero sin duda recibía al menos un par de ellos a diario.
Me escribía acerca de su día, me preguntaba sobre mis clases, o tan solo saludaba.
Yo, en cambio trataba de ser modesta.

Desde el momento en que supe que existía una posibilidad de que esos mensajes fueran enviados por Harry, comencé a ser más consciente de las pequeñas cosas que él hacía.
No me dedicaba ni una sola mirada durante las clases, como si estuviera resistiéndose a toda costa.
Antes solía mirarme, sonreír a veces, pero ahora, me había convertido en solo una alumna más... o tal vez eso era lo que quería hacerme pensar, para que lo descartara de mi lista de sospechosos.

Comencé a pensar que debía confrontarlo o al menos debía hablar con él, invitarlo a un café, demostrarle que estaba dispuesta a dejarle seducirme.
Era una idea que, al pensarla detenidamente, hacía dar vueltas mi estomago.
Tan solo me faltaba el valor de dar el primer paso, acercarme un poco.

Una semana pasó y una nueva flor apareció en mi casillero. Esta vez no hable de ello con Zahira, porque temía que hiciera demasiadas preguntas del tema.
La flor en cuestión, era más extraña que la anterior, pero yo la conocía porque la había visto en la florería en la que trabajaba.
Ese tipo de flor, llamada Passiflora, era común ahí en Polk.
Era blanca, morada y verde. Con un aroma tan exótico como su aspecto.
Más tarde, le escribí un mensaje de agradecimiento.

«La flor es hermosa» le dije y él habló conmigo durante un rato.
Ese día tendría una clase con Harry Styles y pensé que era el momento preciso para encararlo, a pesar de que aún no tenía pruebas suficientes para afirmar que era él quien me escribía todos esos mensajes.

«¿Alguna vez hemos hablado en persona?» le pregunté a través de otro mensaje, un rato antes de entrar a la clase de Historia de Arte, pero él misterioso sujeto no respondió más.

Querida mía | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora