C u a r e n t a y s i e t e

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La caída a lo largo de la montaña no sólo alteró mi ritmo cardíaco y mi respiración, también había convertido mi piel en hielo

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La caída a lo largo de la montaña no sólo alteró mi ritmo cardíaco y mi respiración, también había convertido mi piel en hielo.
No quería desprenderme de Harry, exigía su calor, porque él, a diferencia de mi, lo mantenía intacto, como un aura deliciosa que rodeaba su cuerpo.
Harry era un campo de fuerza.

—Abrazame, tengo frío— exigí por milésima vez y él, beso mi frente cuando me acerqué y apreté los brazos alrededor de su cintura.

—Vayamos a beber algo— me dijo y me llevó hacia unas cabañas a mitad del camino hacia la zona de esquí.

En una de esas cabañas, compuesta completamente de madera oscura, algunas personas se acercaban para beber cafés y comer bocadillos variados.

Al abrir la puerta, una campana anunciaba nuestra llegada y una mujer joven nos saludó amigablemente antes de indicarnos un lugar disponible bajo una rústica lámpara de techo.

A varios metros de nosotros flameaba una chimenea, pero los lugares más cercanos a ella estaban todos ocupados.

—Hay demasiada gente aquí— titirite mientras me hundía en el asiento acojinado en forma de U. Harry se deslizo a mi lado y me rodeo con un brazo para mantenerme en calor.

—¿Les ofrezco algo de beber?— dijo la otra mujer que se acercó a tomarnos la orden de inmediato.
Esa eficiencia me gustaba.

Harry y yo ordenamos dos chocolates calientes con canela y unas galletas, especialidad de la casa, cuya gracia era su tomaño.
Eran un poco más grandes que mi mano y sus chispas de colores tenían diferentes sabores dulces y acidos.

Luego pedimos un par de muffins de nuez y nos quedamos un rato calentandonos ahí.

—Huele rico aquí— comenté dejando mi taza casi vacía en la mesa.

No quería perder el apetito por completo porque sabía que por la noche nos reuniríamos con los amigos de Harry para cenar.

—Huele a leche— dijo Harry.

—Y café— agregué.

—Más a leche que café.

—¿A que huele la leche?— le pregunté mientras él se acercaba otro poco para apoyar los labios contra mi cien.

—A lo que huele este lugar.

—No estoy segura de que la leche tenga olor, Harry.

—Por supuesto que la tiene—continuó hablando sin apartar sus labios de mí y respiró profundo mi cabello.

—Y tu hueles a frutas— susurró, dejó un beso en mi cien y continuó— ¿Te gusta estar aquí conmigo?

Esa pregunta ya la había escuchado salir de su boca con anterioridad.
Solía preguntarlo. No con exagerada frecuencia, pero si lo suficiente para que yo lo hubiera notado y me provocara inquietud.

Querida mía | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora