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Un día abrí los ojos por la mañana y a través del rocío del ventanal vi que el cielo tenía un lindo tono ámbar

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Un día abrí los ojos por la mañana y a través del rocío del ventanal vi que el cielo tenía un lindo tono ámbar.
El clima de esa ciudad era muy diferente al de mi hogar, en las costas de Carolina y eso, en cierta parte me agradaba. Cada mañana, el frío era mi mejor despertador y siempre me daba cuenta al poco rato, que la calefacción se había apagado durante la noche.
Eso se debía a que el aparato era más viejo que yo y muchas veces dejaba de funcionar por unas horas en la noche, hasta que me levantaba temblando y lo encendía de nuevo.

Todo en esa casa era antíguo y también tétrico, pero era lo único que podía costear por ahora.
Sin embargo, no me desanimaba, pues yo había elegido todo eso y estaba segura de que sería tan solo una etapa transitoria.
Esa etapa, era la que me serviría para redescubrirme, reinventarme, hacer algo más interesante con mi vida que lo que muchos esperaban que hiciera.

Al terminar la preparatoria, decidí aventurarme a salir de casa con mis maletas, aunque a mí madre no le gustara nada la idea.
Tenía algunos ahorros con los que logré comprar un auto de medio uso y me puse en marcha, camino a una ciudad antigua llamada Polk.
Nueve horas en carretera me condujeron hasta ahí y a partir de entonces mi vida ya era incierta.

Algunos de mis amigos creían que estaba loca, o que estaba en medio de una crisis existencial. Pero no me importaba. Podrían llamarlo como quieran y no me sorprendía.
Para todos siempre es crucial estudiar algo que pueda darles un futuro seguro. Abundan los abogados, doctores, maestros y más.
Como con todo, la gente siempre se anda por lo seguro, lo normal, lo cotidiano, para no arriesgarse tanto, porque a nadie le gusta pensar que no sabra que pasará mañana.
Sin embargo, yo quería algo distinto, estaba convencida de que mi futuro estaría totalmente fuera de la monotonía.

Quería ser novelista de misterio al estilo de Agatha Christie o Stephen King, quería decir algo y que un grupo de gente escuchara, porque tenía una gran sed de destacar.
Tal vez porque nunca lo había hecho.

Así que al llegar a Polk, conseguí un empleo de medio tiempo los fines de semana en una florería llamada Querida mía y me instalé rápido a ese estilo de vida, me adapté a lo que tenía y a lo que no.
Cada fin de semana despertaba para ir al trabajo en la florería. No desayunaba porque me gustaba darle provecho a la cafetería que se encontraba en la misma calle, así que siempre me aseguraba de salir con algo de tiempo extra.

Aquella mañana de Octubre, antes de salir de casa. Me enfudé en unos jeans negros, una blusa de mangas largas color blanco, a juego con mis botas y encima de todo eso, un abrigo color salmón.

Cubrí mi cabello de la humedad con un gorrito blanco también, pero antes de salir por la puerta, escuché un extraño sonido.
Miré de un lado a otro, sin estar totalmente segura de donde procedía el ruido.

Esa casa estaba llena de actividad paranormal. Desde el primer día en que dormí ahí, fui testigo de innumerables ruidos, objetos que se caían misteriosamente o que desaparecían para luego reaparecer en otro sitio diferente.
Estaba convencida de que se trataba de fantasmas, en cualquier otra ocasión excepto en esa, porque esta vez el ruido era constante.
Me acerqué entonces a la cocina y ahí se escuchaba con mayor claridad. Pero un momento más tarde me di cuenta que el ruido procedía al otro lado de la ventana.
Miré a través de esta y ahí, justo en el pasillo ladino a la casa, en el inclemente frío y la humedad de los suelos, había un pequeño perrito registrando mis bolsas de basura.

Querida mía | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora