V e i n t i o c h o

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Podía acostumbrarme a eso

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Podía acostumbrarme a eso. Dormía profundamente cuando Alika estaba conmigo en esa cama, el calor de su cuerpo era la más grande adicción que alguna vez tuve y la buscaba constantemente, incluso mientras dormía y mi conciencia se fraccionaba.
Una parte de mí seguía en esa cama, abrazado de ella, pero otra estaba lejos, en la ciudad de Riveria, de calles donde corre el humo de los autos de policías en llamas y el grito de la gente que se manifiesta enfurecida.

De pronto, estaba de nuevo de pie en medio de una plaza abierta.
Miraba hacia el balcón de un edificio, en donde un hombre con un microfono nos animaba a unirnos en contra de la violencia policial y luego... ¿Donde estaba?

Los gritos de la multitud se escucharon a lo lejos y en cuestión de unos segundos esos gritos corrieron de boca en boca como una ola de lamentos y yo estaba ahí, justo en su camino.

Una nube de humo se levantó a mi alrededor, no podía ver nada pero escuchaba los disparos muy de cerca.
Era el fin.
Las personas con las que había llegado ahí desaparecieron.
Cai de un tropiezo a un espacio de tierra y donde un grupo de cadáveres estaban extendidos y la gente nos pisaba mientras corría y gritaba y sus cuerpos caían uno a uno como bultos hasta dejarme por debajo de un montón de ellos.
Otra persona cruzó corriendo a mi lado. El golpe pesado de sus botas se alejó más y más hasta dejarme solo.
Quería gritar, avisar que yo seguía ahí y seguía con vida, pero el sentido común me advertía que era mejor fingir mi muerte.

Intentando camuflarme entre los cuerpos inertes, que emanaban un hedor a sudor y sangre.
Todo ocurría en cuestión de segundos. Tan velozmente que demoraba en comprender lo que ocurría.
Al darme cuenta que me estaba hundiendo entre los muertos, experimente un verdadero terror.
Estaba postrado sobre una cama de cadáveres de personas que fueron alcanzados por las balas.

Cerré los ojos con fuerza, sostuve la respiración y no me moví aún cuando alguien se detuvo frente a la montaña de humanos en la que yo me encontraba.
Un segundo de silencio transcurrió y luego de nuevo escuché una serie de disparos que impactaban contra todos nosotros.
Los cuerpos se sacudían como arenas movedizas y yo estaba enclaustrado.
Un punzante dolor atravesó mi hombro y solo entonces abrí la boca y solté un grito tan fuerte que me devolvió a la realidad.

Súbitamente, como si hubiera recibido una descarga eléctrica, abrí los ojos y empuje aterrorizado el cuerpo inmóvil que estaba recostado sobre mi pecho, pero al incorporarme noté que no se trataba de un cadáver, sino de Alika.
La chica, se removió con un quejido somnoliento después de la forma en que la había empujado, pero por suerte tenía el sueño pesado y no despertó.
Rodó, me dió la espalda y su cabello azabache era como el manto de la noche que se deslizaba sobre su pálida espalda.

—Ali— toque su brazo pero ella siguió sin moverse.

Llevé las manos a mi rostro con un suspiro y me di cuenta que estaba empapado en sudor.

—No fue real, no fue real, solo fue un sueño, Dios mío, gracias.

Me quedé sentado mirando hacia el vacío, recobrando el ritmo de mi respiración y el ritmo cardíaco, y solo hasta que tuve la capacidad de moverme, me acerqué a Alika y dejé un par de besos entre sus hombros.
Ella continuó sin reaccionar y no quise despertarla, así que acomodé las sábanas sobre su cuerpo y me levanté para buscar mi ropa entre la oscuridad.
Tropecé con torpeza un par de veces hasta que finalmente estuve vestido. Me coloqué las botas, jalé un cobertor del armario y salí de ahí.

Querida mía | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora