C u a r e n t a y t r e s

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En la pista de patinaje no fue una sorpresa que terminé haciendo el ridículo pero Harry tenía la amabilidad de no soltar mi mano en ningún momento

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En la pista de patinaje no fue una sorpresa que terminé haciendo el ridículo pero Harry tenía la amabilidad de no soltar mi mano en ningún momento.

Por ahí sus amigos andaban con una gracia envidiable sobre el hielo, mientras yo daba un espectáculo muy vergonzoso.

—Ya me cansé— suspiré rendida al final y Harry reía divertido.

—¿Tal pronto?— miró su reloj.

—Vayamos a caminar en eso si soy buena— suplique y el chico accedió.

Fue necesario que jalara de mí de vuelta a la nieve, donde me sentí aliviada al sentarme en una banca y quitarme esos malditos patines.
Harry los tomó y se encargó de devolverlos a cambio de nuestros zapatos.

Una vez de vuelta nos colocamos los zapatos y miramos alrededor.

—¿Ya se van?— escuchamos el grito de Alexa a lo lejos que giraba y se deslizaba como una bailarina.
Tenía talento y me parecía triste que yo no pudiera hacer esas cosas con las que imaginaba que podría verme bonita a ojos de Harry.

—Iremos a caminar.

—Bueno, nosotros después de esto creo que volveremos a nuestra cabaña así que nos veremos hasta mañana. Recuerda que nos veremos a las ocho para desayunar y luego ir a la excursión.

—De acuerdo— aceptó y tomó mi mano para llevarme lejos de esa pista de hielo que tanto dolor me había provocado.

Ya sentía que un hematoma se había formado en mi rodilla, aunque no podía verlo por debajo de la ropa.
Pero me incliné para tocarlo y me dolía.

—¿Te lastimaste?— preguntó Harry.

—No, sólo me golpee. Creo que lo mejor será que no intente patinar de nuevo.

Harry no opinó tan solo siguió riendo y me llevó con él por los caminos de nieve que se abrían hacia las cabañas.
En el camino, había un puente de madera que cruzaba por un riachuelo congelado.
Le puente, era más un adorno que cualquier otra cosa.
Tenía luces navideñas envolviendo sus vigas de madera y flores de noche buena.
Desde ahí, podíamos ver la pista de hielo a lo lejos y escuchabamos las voces de la multitud y la música navideña a un nivel más bajo que los ruidos que producía la naturaleza a unos metros, donde se escondían las cabañas.

—Tenías razón— pensé en voz alta.

—¿Con qué?— preguntó Harry a mí lado, sin soltar mi mano con la que jugaba entre las suyas, acariciando mis dedos y haciéndolos bolita por dentro de su palma.

—La naturaleza es tan bonita como las grandes ciudades.

Harry volvió para mirarme, con una expresión que denotaba un poco de sorpresa y también de intriga.

—¿Tanto así te gusta?

—Si, me encanta, nunca había estado en un lugar como este y es una sensación diferente— musité, prestando atención a los sonidos alrededor.
El paso del viento, el singular siseo de los árboles y el repentino aullido de algún lobo a la distancia.

Querida mía | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora