•Treinta y dos•

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Era obvio que sola no iba, a pesar de que mi padre iba delante, Stregus iba montado en Arnot que ahí donde lo veías un dragón algo asustadizo y cómico, en esta situación como un verdadero dragón imponía mucho y cualquiera que no lo conociese no tardaría en echar a correr.

Y unos metros atrás iban todos los que nos apoyaban, todos los alumnos de Hogwarts que decidieron pelear y dar la cara por lo que se nos había arrebatado en esta batalla, todos los profesores de Hogwarts que habían visto como han destrozado lo que prácticamente era su hogar, al igual que el nuestro, incluso personas que no pertenecían a Hogwarts pero que igualmente estaban viendo cómo nuestro mundo estaba siendo dañado habían venido a pelear y defender lo que era nuestro.

Esto no era cuestión de la casa que fueses o de tu estatus de sangre, era cuestión de lealtad hacia nuestro hogar, aunque fueses el Slythering más frío, sangre pura y odiases a los Gryffindor como alguno que había de nuestro lado, ya no era la cuestión de eso sí no de que esto era injusto.

El castillo del cual hablaba en la carta ya se veía entre los árboles de lo alto de la montaña.

—¿Sabes...? Tu madre y yo teníamos pensado hacerle unos arreglos a ese castillo, casarnos y vivir ahí para formar de una vez por todas y juntos nuestra familia— dijo papá mientras caminábamos, llevé mi mirada hacia el castillo, realmente era grande y tenía un toque gótico, se notaba que hubo cambios en él, pero estaba segura de que papá no habría querido remodelar de aquella forma tan fría en la que se veía el castillo.

No dije nada, solo compartí una mirada de complicidad con papá, los dos sabíamos de que aquel futuro que soñó con el que fue el amor de su vida nunca se cumpliría y menos si hoy terminaríamos con esto.

Me tendió su mano y yo la tomé sintiéndome más segura, sabiendo que no estaba sola.

Sorprendía ver lo solitario y vacío que se veía el castillo, cuando llegamos a sus puertas se abrieron lentamente, sin nadie en sus entradas protegiéndolas, aunque era obvio que esto no era tan fácil.

—Te dije que vinierais solos— la voz fría y que tanto odiba en estos momentos de esa mujer vino de dentro del Castillo.

Di unos pasos hacia adelante, aunque papá me tomase del brazo para no precipitarme, dentro pude verla de nuevo, su pelo estaba arreglado en una coleta alta esta vez, su pelo caía de la coleta en una forma elegante con sus ondas perfectas, su cara perfilada que parecía haber sido escupida por un mismísimo Dios, sus labios estaban pintados en un color granate y sus ojos perfilados color negro aún más que la última vez que la vi, verdaderamente era una mujer hermosa, aunque estaba transtonada y como persona realmente daba asco.

En esta ocasión llevaba una camiseta de botones negra cual tenía metida por dentro de sus pantalones de cuero negros, mientras que daba pasos lentos y firmes hacia mi sus tacones de punta negros resonaban en la sombría sala.

—Esto se terminó, Annabella— dijo la voz de papá tras de mí, aunque no tardó en ponerse a mi lado.

—Sirius...–la voz de la mujer cambió un tanto a algo más dulce, pero no parecía ser un dulzor sano, si no uno que intoxicaba y se sabía que no era bueno— Añoraba tanto volver a escuchar tu voz decir mi nombre— sonrió, tenía su varita en la mano y con la otra tocaba la punta de la misma.

—Has perdido completamente el juicio— pude ver que la voz de papá a la vez que derramaba irá también derramaba tristeza.

—Por ti, maldito Black– la mujer borró su sonrisa y parecía estar igual de furiosa que papá, incluso parecía tener una facción normal y no de psicópata— Tú hiciste que enloqueciese, nuestra hija acababa de nacer y teníamos un niño que acaba de empezar a vivir su adolescencia y tú fuiste a la cárcel sin poner un poco de tu parte para luchar por tu libertad, porque sabías que podías demostrar tu inocencia, me abandonaste y se aprovecharon de mi en un momento de vulnerabilidad— parecía realmente arrepentida por qué le ocurriera aquello.

—Eso no es cierto, sabes que siempre fuisteis lo primero en mi vida, pero tenía je afrontar lo que se me venía, Anna— la mujer negaba con la cabeza y cuando paró culaquier rastro de tristeza o vulnerabilidad que se había presentado hasta el momento desapareció.

—Tú lo has dicho Sirius, esto se terminó— uno de los hechizos imperdonables salió con ira de la boca de la mujer, pero se escuchó como uno de los grandes ventanales del recibidor se rompía y por el entraba Stregus montado en Arnot, con sus manos lanzó uno de sus poderes haciendo que el hechizo rebotase hacia uno de los mortífagos que se empezaban a dar a la luz en la sala.

Y de ahí para adelante, todo fue un caos.

Me veía a mi corriendo entre cuerpos cayendo a mi lado y hechizos volando a los lados de mi cabeza como cuchillas.

Pude ver a mi amigos pelear con furia, a aquellas personas que en estos meses se habían vuelto mi familia y decidí tallar sus caras en mi memoria una última vez por si este era el último día que los veía, por si hoy, era mi final.

Bajé las escaleras que sabía que llevaban a las mazmorras corriendo, tuve la suerte de que Pansy y Draco me acompañaron y pudimos derrotar a los mortífagos que había por aquellos pasillos.

Vi el odio que había el la cara de Draco al lanzar los hechizos a aquella gente, el estaba poniendo de su parte, verdaderamente lo estaba haciendo.

Un gritó desgarrador de alguien que conocía a la perfección provino de una sala.

—Ve, nosotros te cubriremos —dijo Pansy, cual después llevó su mirada hacia Draco, cual miraba tenso a los cuerpos que había en el suelo.

Sin persarmelo dos veces corrí hacia la sala de la que los gritos no paraban de salir.

Oh, mierda

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ꜱᴏʟᴏ ᴜɴᴀ ᴠᴇᴢ~ ʜᴇʀᴍɪᴏɴᴇ ɢʀᴀɴɢᴇʀ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora