🩸❤️‍🔥Capitulo 6❤️‍🔥🩸

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-Boo! ¿Puedes dejar de hacer eso? -Gulf le dio un golpe a la almohada y giró sobre sí mismo para poder ver al gato.

El animal lo miró y maulló. Con el resplandor de la luz de la cocina, que había dejado encendida, lo vio dando zarpazos en dirección a la puerta de cristal.

-Ni lo sueñes, Boo. Eres un gato doméstico. Confía en mí, el aire libre no es tan bueno como parece.

Cerró los ojos, y cuando oyó el siguiente maullido lasti­mero, soltó una maldición y arrojó las sábanas a un lado. Se di­rigió hasta la puerta y escudriñó el exterior.

Fue entonces cuando vio al hombre. Estaba de pie junto al muro trasero del patio, una silueta oscura mucho más grande que las otras sombras, ya familiares, que proyectaban los cubos de ba­sura y la mesa de picnic cubierta de musgo.

Con manos temblorosas revisó el cerrojo de la puerta y luego pasó a las ventanas. Ambas estaban aseguradas también. Bajó las persianas, cogió el teléfono inalámbrico y regresó al lado de Boo.

El hombre se había movido. ! Mierda!

Venía hacia él. Revisó de nuevo el cerrojo y, retrocedió, tropezando con el borde del futón. Al caer, el teléfono se soltó de su mano, saltando lejos. Se golpeó fuertemente contra el col­chón, lo que hizo que su cabeza rebotara debido al impacto. Increíblemente, la puerta corredera se abrió como si nun­ca hubiera tenido el cerrojo puesto, como si Gulf nunca hubiera cerrado el pasador.

Aun yaciendo sobre su espalda, agitó las piernas violenta­mente, enredando las sábanas al tratar de empujar su cuerpo pa­ra alejarse de él. Era enorme, sus hombros anchos como vigas, sus piernas tan gruesas como el torso de Gulf. No podía ver su cara, pero el peligro que emanaba de él era como una pis­tola apuntando hacia su pecho.

Rodó al suelo entre gemidos y gateó para alejarse, arañán­dose las rodillas y las manos contra el duro suelo de madera. Las pisadas del hombre detrás de Gulf resonaban como truenos, cada vez más cerca. Encogido como un animal, cegado por el miedo, chocó contra la mesa del pasillo y no sintió dolor alguno.

Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mien­tras imploraba piedad, tratando de llegar a la puerta principal... Gulf despertó. Tenía la boca abierta y un alarido terrible rompía el silencio del amanecer.

Era él. Estaba gritando con toda la tuerza de sus pulmones. Cerró firmemente los labios, y de inmediato los oídos de­jaron de dolerle. Saltó de la cama, fue hasta la puerta del patio y, saludó los primeros rayos del sol con un alivio tan dulce que casi se marea. Mientras los latidos de su corazón disminuían, res­piró profundamente y revisó la puerta.

El cerrojo estaba en su lugar. El patio vacío. Todo estaba en orden.

Se rió por lo bajo. No era extraño que tuviera pesadillas después de lo que había sucedido la noche anterior. Seguramen­te iba a sentir escalofríos durante algún tiempo.

Se dio la vuelta y se dirigió a la ducha. Estaba agotado, pe­ro no quería quedarse solo en su apartamento. Anhelaba el bullicio del periódico, quería estar junto a todos sus compañeros, telé­fonos y papeles. Allí se sentiría más seguro.

Estaba a punto de entrar en el baño cuando sintió una pun­zada de dolor en el pie. Levantó la pierna y extrajo un pedazo de cerámica de la áspera piel del talón. Al inclinarse, encontró el jarrón que tenía sobre la mesa hecho añicos en el suelo.

Frunciendo el ceño, recogió los trozos.

Lo más probable era que lo hubiera tirado cuando entró la primera vez, después de haber sido atacado.

AMANTE ETERNO   MEWGULFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora