MARATÓN #3
El despertador de Gulf interrumpió sus pensamientos, y se apresuró a silenciarlo. No lo necesitaba. Llevaba despierto al menos una hora, con la mente zumbando como una cortadora de césped. Con la llegada del alba toda la magia y el misterio de la ardiente noche se habían desvanecido, y se veía obligado a enfrentarse a lo que había hecho.
El sexo sin protección con un extraño resultaba ser un despertar infernal.
¿En qué demonios estaría pensando? Jamás había hecho nada semejante. Siempre había sido muy sano, y gracias a Dios tomaba la píldora anticonceptiva, pero en cuanto a las otras implicaciones, el estómago le dio un vuelco sólo de pensarlo.
Cuando se encontrara con Mew de nuevo le preguntaría si estaba sano, y rezaría para oír la respuesta que esperaba. Y también para que fuera sincera.
Tal vez si hubiera sido más experto en aquellas cuestiones, habría tenido preparada alguna protección. ¿Pero cuándo había sido la última vez que había dormido con alguien? Hacía mucho tiempo. Mucho más que la fecha de caducidad de una caja de preservativos.
La ausencia de vida sexual se debía más a su desinterés que a cualquier tipo de barrera moral. Los hombres, simplemente, no ocupaban un lugar destacado en su escala de prioridades. Se encontraban en algún sitio entre limpiarse los dientes y mantener su coche en buen estado. Y ya no tenía coche.
A menudo se preguntaba si le ocurría algo malo, sobre todo cuando veía a las parejas de la mano por la calle. La mayoría de las personas de su edad salían con muchísima frecuencia, intentando buscar a alguien para casarse.
Pero Gulf no. Hasta ahora no había sentido el deseo ardiente de estar con un hombre, e incluso había barajado la posibilidad de que fuese asexual o heterosexual. El problema era que no le atraían las mujeres.
Se desperezó, sintiendo una deliciosa tirantez en los muslos. Cerrando los ojos, lo sintió dentro de él, su grueso miembro entrando y saliendo hasta ese momento final cuando su cuerpo se había convulsionado dentro del de Gulf en un poderoso arrebato, con sus brazos aplastándolo contra Mew.
Su cuerpo se arqueó involuntariamente; la fantasía era lo suficientemente fuerte para sentir palpitaciones entre las piernas. Los ecos de esos orgasmos le hicieron morderse los labios.
Con un gemido se puso en pie y se dirigió hacia el baño. Cuando vio la camisa que Mew había rasgado y arrancado para arrojarla al cesto, la recogió y se la acercó a la nariz. La tela negra estaba impregnada con su olor.
Sus palpitaciones se hicieron más intensas. ¿Cómo se habían conocido Mew y Pod?
¿También pertenecía a la policía? Nunca lo había visto, pero no conocía a todos los miembros de la comisaría.
Drogas, pensó. Debía de ser un policía de la brigada de estupefacientes. O quizás un jefe del equipo SWAT.
Porque definitivamente parecía un tipo duro que buscaba problemas.
Sintiéndose como si tuviera dieciséis años, deslizó la camisa bajo la almohada, y entonces vio en el suelo el bóxer que Mew le había quitado. Santo Dios, había sido cortado con algún objeto afilado.
Extraño.
Después de una ducha rápida y un desayuno todavía más rápido compuesto por dos galletas de avena, un puñado de cereales y un vaso de zumo, fue caminando hasta la oficina. Llevaba media hora en su mesa mirando fijamente el protector de pantalla como una idiota cuando sonó el teléfono. Era Joss.
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AMANTE ETERNO MEWGULF
Ficção AdolescenteUn Rey vampiro de sangre pura poco dispuesto a liderar su clan, su familia. Cada vez son menos, se están extinguiendo. Un chico que pensaba que los vampiros solo eran cuentos de hadas, hasta que se enteró que era mitad humano mitad vampiro. Uno de...