🩸❤️‍🔥Capitulo 7❤️‍🔥🩸

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Mientras el señor K cruzaba el aparcamiento y se di­rigía a la Academia de Artes Marciales del centro de Bnagkok, captó el aroma del Dunkin Donuts al otro lado de la calle. Ese olor, ese sublime y denso aroma a harina, azúcar y aceite ca­liente, impregnaba el aire matutino.

Miró hacia atrás y vio a un hombre salir con dos cajas de color blanco y rosa bajo el bra­zo y un enorme vaso de plástico con café en la otra mano.

Ésa sería una manera muy agradable de iniciar la maña­na, pensó el señor K.

Subió a la acera que se extendía bajo la marquesina roja y dorada de la academia. Se detuvo un momento, se inclinó y re­cogió un vaso de plástico desechado. Su anterior dueño había tenido cuidado de dejar un poco de soda en el fondo para apagar en él sus cigarrillos. Arrojó la desagradable mezcla al contenedor de basura y abrió el seguro de las puertas de la academia.

La noche anterior, la Sociedad Restrictiva se había marca­do un tanto en la guerra, y él había sido el artífice de semejante hazaña. God había sido un líder vampiro, miembro de la Hermandad de la Daga Negra. Todo un endiablado trofeo.

Era una maldita pena que no hubiera quedado nada del ca­dáver para colocarlo sobre una pared, pero la bomba del señor K había hecho el trabajo a la perfección. Él se encontraba en su casa escuchando la frecuencia de la policía cuando llegó el informe. La operación había salido tal como había planeado, per­fectamente ejecutada, perfectamente anónima.

Perfectamente mortífera.

Trató de recordar la última vez que un miembro de la Her­mandad había sido eliminado. Con seguridad, mucho antes de que él pasara a formar parte de la Sociedad, hacía algunas décadas. Y había esperado unas palmaditas en la espalda, no seme­jantes elogios. Se había figurado incluso que le darían más com­petencias, quizás una ampliación de su área de influencia, tal vez un radio geográfico de actuación más extenso.

Pero la recompensa..., la recompensa había sido mayor de lo esperado.

El Omega lo había visitado una hora antes del amanecer y le había conferido todos los derechos y privilegios como restric­tor jefe.

Líder de la Sociedad Restrictiva.

Era una responsabilidad extraordinaria. Y exactamente lo que el señor K siempre había deseado.

El poder que le habían concedido era la única alabanza que le interesaba.

Se dirigió a su oficina a grandes zancadas. Las primeras cla­ses comenzarían a las nueve. Tenía todavía suficiente tiempo para perfilar algunas de las nuevas reglas que debían acatar sus subor­dinados en la Sociedad.

Su primer impulso, una vez que el Omega se hubo mar­chado, fue enviar un mensaje, pero eso no habría sido sensato. Un líder organizaba sus pensamientos antes de actuar; no se apresuraría a subir al pedestal para ser adorado. El ego, después de to­do, era la raíz de todo mal.

Por eso, en lugar de alardear como un imbécil, había sali­do al jardín para sentarse a observar el césped que había detrás de su casa. Ante el incipiente resplandor del amanecer, había repasado los puntos fuertes y las debilidades de su organización, per­mitiendo que su instinto le mostrara el camino para encontrar un equilibrio entre ambos. Del laberinto de imágenes y pensamientos habían surgido varias normas a seguir, en el futuro se fue clarifi­cando.

AMANTE ETERNO   MEWGULFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora