Pod descolgó el auricular y pidió a la central que enviasen a alguien de inmediato al patio trasero de Gulf a recoger las armas y el dinero que había dejado ocultos bajo su chaqueta.
Mientras conducía, llevaba un ojo puesto en la carretera y otro en el espejo retrovisor. El sospechoso también lo miraba fijamente, con una sonrisa socarrona en su perverso rostro.
Jesús, aquel tipo era enorme.
Ocupaba la mayor parte del asiento trasero y tenía la cabeza doblada en ángulo para no golpearse contra el techo cuando pasaban por encima de algún bache.
Pos estaba ansioso por sacarlo del maldito coche. Menos de cinco minutos después, salió de la calle Trade para entrar en el aparcamiento de la comisaría y dejó el vehículo tan cerca de la entrada posterior como le fue posible. Salió y abrió la puerta trasera.
-No me causes problemas, ¿vale? -dijo, aferrando el brazo del sujeto.
El hombre se puso de pie. Por tiró de él.
Pero el sospechoso empezó a caminar hacia atrás, alejándose de la comisaría.
-Camino equivocado.
El policía se detuvo con firmeza, hundiendo los talones en el pavimento, y tiró otra vez de él con fuerza.
Pero el sospechoso continuó avanzando, arrastrando a Pod con él.
-¿Crees que no voy a dispararte? -preguntó el detective, desenfundando su arma.
De repente, todo se transformó.
Pod nunca había visto a nadie moverse tan rápido. En un segundo, el sujeto, que tenía los brazos detrás de la espalda, tiró las esposas al suelo y, con sólo un par de movimientos, el detective fue desarmado, inmovilizado con un brazo al cuello y arrastrado a un sitio oscuro.
La oscuridad se los tragó. Mientras Pod luchaba por defenderse, se percató de que estaban en el angosto callejón situado entre la comisaría y el edificio de oficinas vecino. Era muy estrecho, no estaba iluminado y tampoco había ventanas.
Cuando Pod saltó por los aires y fue empujado contra la pared de ladrillo, el poco aire que quedaba en sus pulmones salió de inmediato. De manera inconcebible, el hombre lo levantó del suelo sosteniéndolo por el cuello con una sola mano.
-No ha debido inmiscuirse, oficial -dijo el hombre con un gruñido profundo y acentuado-. Debió seguir su camino y dejar que Gulf viniera conmigo.
Pod aferró la garra de hierro. La enorme mano cerrada alrededor de su garganta estaba bloqueando el último aliento de vida. Intentó respirar, buscando aire desesperadamente. Su visión se hizo borrosa. Estaba a punto de perder el conocimiento.
Supo, sin lugar a dudas, que no tenía escapatoria. Saldría del callejón en el interior de una bolsa, como el hombre le había prometido.
Un minuto más tarde abandonó toda resistencia; sus brazos cayeron inertes y quedaron colgando. Él quería luchar. Poseía voluntad para hacerlo, pero sus fuerzas se habían agotado.
¿Y la muerte? La aceptaba. Iba a morir cumpliendo con su deber, aunque como un idiota, por no haber pedido refuerzos. Aun así, era mejor y más rápido que acabar en una cama de hospital con alguna enfermedad lenta y desagradable. Y más honroso que suicidarse de un disparo. Lo cual era algo que Pod había barajado más de una vez.
Con su último aliento, intentó dirigir la mirada hacia el rostro del hombre. Su expresión era de absoluto control.
Este tipo ha hecho esto antes. Y está acostumbrado a matar. Por Dios, Gulf.
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AMANTE ETERNO MEWGULF
Ficção AdolescenteUn Rey vampiro de sangre pura poco dispuesto a liderar su clan, su familia. Cada vez son menos, se están extinguiendo. Un chico que pensaba que los vampiros solo eran cuentos de hadas, hasta que se enteró que era mitad humano mitad vampiro. Uno de...