MARATÓN #1
Mientras aceleraba el paso por el callejón, Gulf sabía que estaba jugándose la vida. Era enorme la probabilidad de que lo estuvieran engañando. Y nada menos que un asesino.
¿Pero cómo había sido capaz de saber todo lo que él estaba sintiendo?
Antes de doblar la esquina, se volvió a mirar a Pod. Tenía una mano extendida como si quisiera alcanzarlo. No pudo verle la cara debido a la oscuridad, pero su desesperado deseo atravesó la distancia que los separaba. Vaciló, perdiendo el ritmo de sus pasos.
Mew lo agarró por el brazo.
-Gulf, vamos.
Que Dios lo ayudara, empezó a correr de nuevo.
En el instante en que salieron a Trade, hizo señas a un taxi que pasaba. Gracias a Dios, se detuvo en seco. Se subieron a toda prisa, y Mew dio una dirección que se encontraba a un par de calles de distancia de la avenida Wallace. Obviamente era una maniobra de despiste.
Debe de hacerlo con mucha frecuencia, pensó.
Cuando el taxi arrancó, sintió la mirada de Mew desde el otro extremo del asiento.
-¿Ese policía -preguntó Mew- ¿significa algo para ti?
Gulf sacó del bolso su teléfono y marcó el número de la centralita de la comisaría.
-Te he hecho una pregunta. - Mew utilizó un tono cortante.
-Vete al infierno. -Cuando escuchó la voz de Ricky, respiró profundamente-. ¿Está Joss?
No le llevó más de un minuto encontrar al otro detective, y cuando finalizó la llamada ya había traspasado el umbral de la puerta para ir a buscar a Pod. Joss no había hecho muchas preguntas, pero Gulf sabía que vendrían después. ¿Y cómo iba a explicarle por qué había huido con un sospechoso?
Eso lo convertía en cómplice, ¿o no?
Gulf guardó el teléfono en el bolso. Le temblaban las manos, y se sentía un poco mareado. También notaba que le faltaba oxígeno, aunque el taxi tenía aire acondicionado y la temperatura era agradablemente fresca. Abrió la ventanilla. Una brisa cálida y húmeda le alborotó el cabello.
¿Qué había hecho con su cuerpo la noche anterior, y con su vida en ese momento?
¿Qué era lo siguiente? ¿Incendiar su apartamento? Detestaba el hecho de que Mew hubiera puesto frente a él, el único reclamo al que no podía resistirse. A todas luces, era un criminal. Lo aterrorizaba, pero aun así su cuerpo se enardecía sólo con pensar en uno de sus besos.
Y odiaba que Mew supiera que había conseguido hacerle experimentar los primeros orgasmos de su vida.
-Déjenos por aquí -dijo Mew al conductor diez minutos más tarde.
Gulf pagó con un billete de veinte dólares, pensando que tenían suerte de que él llevara dinero en efectivo. El dinero de Mew, aquel enorme fajo de billetes, se encontraba en el suelo de su patio trasero. No estaba precisamente en condiciones de pagar el trayecto.
Todavía no podía creer que fuera a una casa extraña con aquel hombre.
El taxi se alejó, y ellos siguieron caminando por la acera de un barrio tranquilo y lujoso. El cambio de escenario era absurdo. De la violencia de aquel callejón a los ondulados jardines y macizos de flores.
Estaba dispuesto a apostar que la gente que vivía en aquella casas nunca había huido de la policía.
Volvió la cabeza para mirar a Mew, que iba unos pasos detrás de él. Examinaba los alrededores como si temiera algún ataque sorpresa, aunque Gulf no sabía cómo era capaz de distinguir algo con sus gafas negras. No entendía por qué las llevaba siempre puestas.
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AMANTE ETERNO MEWGULF
Teen FictionUn Rey vampiro de sangre pura poco dispuesto a liderar su clan, su familia. Cada vez son menos, se están extinguiendo. Un chico que pensaba que los vampiros solo eran cuentos de hadas, hasta que se enteró que era mitad humano mitad vampiro. Uno de...