🩸❤️‍🔥Capitulo 14❤️‍🔥🩸

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Mew estaba concentrado únicamente en llegar has­ta Gulf. Por eso no oyó los pasos del hombre que lo seguía hasta que hubo cruzado la mitad del patio.

-¡Policía! ¡Alto!

Luego percibió claramente el sonido familiar del arma sien­do amartillada y dirigiéndose hacia él.

-¡Las manos donde yo las vea!

Mew advirtió el olor del hombre y sonrió. La agresivi­dad había reemplazado a la lujuria, y, el ansia de lucha era tan intensa como lo había sido el ansia sexual. Aquel sujeto estaba lleno de fluidos esa noche.

-¡He dicho alto y manos arriba!

El vampiro se detuvo y buscó entre su chaqueta una de sus estrellas. Policía o no, eliminaría a ese humano con un buen corte en la arteria.

Pero entonces Gulf abrió la puerta corredera.

El vampiro lo olió de inmediato, y tuvo una erección ins­tantánea.

-¡Las manos!

-¿Qué está pasando? -exigió saber Gulf.

-Vuelve adentro -vociferó el humano-. ¡Las manos, cabrón! O te abriré un agujero en la parte posterior del cráneo!

En aquel momento, el policía se encontraba a unos po­cos metros de distancia y se aproximaba rápidamente. Mew levantó las palmas de las manos. No iba a matar delante de Gulf. Además, esa pistola estaría pegada a su cuerpo en cuestión de tres segundos. Y ni siquiera él podría sobrevivir a un disparo a que­marropa.

-Pod...

-¡Gulf, vete de aquí va!

Una pesada mano sujetó con fuerza el hombro de Mew. Dejó que el policía lo empujara contra el edificio.

-¿Vas a decirme qué estás haciendo por aquí? -ordenó el humano.

-He salido a pasear-dijo Mew-. ¿Y usted?

El policía aferró primero un brazo de Mew y luego el otro, y tiró hacia atrás. Las esposas se cerraron rápidamente en sus muñecas. El sujeto era un auténtico profesional con aquellos instrumentos metálicos.

Mew miró de soslayo a Gulf. Por lo que podía ver, te­nía los brazos cruzados con fuerza delante del pecho. El miedo espesaba el aire a su alrededor, convirtiéndolo en un velo que lo cubría de la cabeza a los pies.

Qué bien está saliendo esto, pensó. De nuevo, le había da­do un susto de muerte.

-No lo mires -dijo el policía, empujando la cara de Mew hacia la pared-. ¿Cómo te llamas?

-Mew -respondió Gulf-. Me dijo que se llamaba Mew.

El humano le lanzó un verdadero rugido.

-¿Tienes algún problema de oído, dulzura? ¡Fuera de aquí!

-Yo también quiero saber quién es.

-Te daré un informe por teléfono mañana por la maña­na, ¿vale?

Mew gruñó. No podía negar que hacerlo entrar era una idea excelente, pero no le gustaba la forma en que el policía le es­taba hablando.

El humano registró los bolsillos de la chaqueta de Mew y empezó a sacar armas. Tres estrellas arrojadizas, una navaja au­tomática, una pistola, un trozo de cadena.

-Válgame el cielo -murmuró el policía mientras dejaba caer los eslabones de acero al suelo con el resto del cargamento-. ¿Tienes alguna identificación? ¿O no has dejado suficiente espacio para meter una cartera, considerando que llevas encima quince ki­los de armas ilegales? -Cuando el policía encontró un grueso fa­jo de billetes, soltó otra maldición-. ¿También voy, a encontrar drogas, o ya has vendido todo tu cargamento?

AMANTE ETERNO   MEWGULFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora