Prólogo

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Hospital Psiquiátrico Hanstak.
(Alemania)

Camina por los pasillos del último piso del edificio, llamado La Zona Cero, por ser donde se encuentran los más peligrosos pacientes del manicomio y a donde nadie quiere llegar. Es llevado por dos enfermeros y un guardia de seguridad.

Piensa en lo fácil que sería dejarlos inconscientes a los tres en un segundo. «Pero no. Aún no es el momento.» Se repite internamente mientras observa cada detalle a su alrededor; todo tan aburrido, blanco y con olor a hospital. Lo único interesante que encontraba eran las pocas manchas de sangre que veía en las paredes cada cierta distancia, además claro, de algunas enfermeras y desquiciadas con las que se divertía en las noches.

Ve a algunas de las enfermeras correr en dirección a una mujer de tercera edad, que atraviesa un ataque e intenta matar a su alrededor a todos mientras grita: «Aléjate de mí Suset, no me llevarás contigo.»

Aquí siempre mueren varias personas por día, ya sean pacientes que logran encontrar la manera de suicidarse, o enfermeros y doctores que son asesinados por los mismos. «Yo no estoy tan loco» Piensa, analizando su condición; sí ha matado a unas cuantas personas, pero bueno, digamos que fue hace un par de años. Desde que está internado en este lugar, se ha comportado y mantenido la calma para salir lo más rápido posible. «Ya soy un joven reivindicado» Se felicita a sí mismo; aunque el resto de las personas no piensen igual. Por más que se comporta, no lo sacan de ahí, ni siquiera lo cambian de la sección donde está a una más baja y con menos seguridad; por eso tiene un plan.

Llega a su habitación, blanca y completamente acolchonada. Al ver que los enfermeros y los guardias se van, va hacia una esquina donde tiene el escondite secreto para su teléfono. Lo toma y marca el número de una de las persona que lo ayudará en su plan de escape. Espera un tono, dos, hasta que descuelgan de la otra línea.

—Dime que novedades tienes para mí. —Habla de primero.

Ya hemos conseguido las identificaciones nuevas y el auto, estamos listos para comenzar. —Escucha que dice la otra persona.

—Perfecto, recojan todas sus cosas, que esta madrugada nos vamos. Pasen por mí a las dos, que es cuando los guardias se quedan dormidos.

De acuerdo, te esperaremos en la parte trasera, por el bosque.

Luego de terminar la llamada, se recuesta en su colchoneta a esperar el momento indicado para escapar.

Pasan las horas, los guardias vigilan que estén todos tranquilos y los enfermeros entran a dar los medicamentos a cada uno de los internos, pero él no las toma, no lo hace desde hace meses. Finalmente después de tanta espera, llega la hora de irse; sin tomar nada de lo que tiene en la habitación, sale de ella y camina por los pasillos del último piso. Se cerciora de que todos los guardias estén dormidos como pensaba y baja por las escaleras hasta la salida trasera.

Esquiva a dos enfermeros que caminan por los pasillos traseros del edificio, y luego abre de una de las ventanas, ya que la puerta tiene alarma, y no le apetece tener una salida dramática. Una vez fuera, corre con cuidado de no ser visto por las cámaras de seguridad del lugar; llega a la entrada del bosque y localiza el auto que lo espera listo para partir.

—Tú sí que eres puntual. —Dice el piloto cuando él llega a su lado y cierra la puerta del auto.

—Arranca de una puta vez, no pienso estar aquí un segundo más. —Gruñe con fastidio.

—Veo que la libertad te devolvió el mal humor. —Dice uno de los chicos desde el asiento trasero. Él rueda los ojos y no responde.

—El malhumor lo tiene desde que nació. —Responde otro de ellos.

—¿Dónde está Jack? —Pregunta al ver que falta uno de los chicos.

—Nos espera en el aeropuerto. —Responde el piloto mientras conduce.

—Perfecto, marchémonos de este asqueroso país de una vez por todas. —Habla él con una sonrisa ladeada, mientras todos celebran a su alrededor.

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