Capítulo 3

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A nuestro alrededor hay cientos de personas, gritando y bebiendo. Más allá de la calle hay un grupo de autos deportivos que alardean del sonido de sus motores. A pesar de ser de noche, hay varias torres de luz que iluminan el lugar.

—Vamos Amelia, no te quedes detrás. —Me llama Nick y veo que me había quedado inmóvil.

Los alcanzo y continuamos hasta llegar al lado de los autos. Me quedo embobada viéndolos, son muy lindos, hay de varios colores y con dibujos exóticos, pero hay uno que me llama más la atención y no en el buen sentido. Un auto que tiene dibujos de fuego por los costados y un diablito en las ventanillas; en el cristal trasero tiene un cartel grande que dice "Baja al infierno y no querrás regresar al cielo"

—¿Te gusta mi auto monjita? —Me sobresalto al sentir la voz de Hades pegada a mi oído. Me separo un poco al estar tan cerca y le respondo.

—Pues no, siento que lo has arruinado con esos dibujos y esa frase. —Me encojo de hombros y el sonríe de lado.

—La frase es lo mejor de todo, debes admitirlo. —Dice con orgullo.

—Espero que Dios te perdone por eso.

—No necesito el perdón de ese señor, yo estoy bien así. —Ruedo los ojos y me cruzo de brazos.

Siento su mirada recorrer mi cuerpo de arriba a abajo y yo me volteo de lado en respuesta.

—¿Qué tanto me ves? —Pregunto cubriéndome y él arquea una ceja.

—Pues lo ridícula que vienes vestida. —Trago en seco y no sé por qué me siento lastimada por sus palabras. Miro mi ropa, pero no le veo nada de malo. —Mira, ya no estás en el convento y aquí las personas se visten diferente. Solo de verte ya me da calor.

—No le veo nada de malo a mi ropa. —Digo a la defensiva y él resopla.

—Observa a tu alrededor, mira a las chicas qué hay aquí. —Hago lo que dice y veo a todas las chicas con mini shorts y faldas que muestran hasta la vida, blusas cortas que muestran el abdomen y escotes que no dejan nada a la imaginación.

Vestir así es pecado.

—Yo no voy a vestirme así jamás, parece que no tienen ropa puesta.

—Como sea, vamos con los chicos que andas de entrometida dónde no debes estar. —Me empuja suave para que salga de al lado de los autos y me lleva junto a los chicos que están bebiendo cerveza.

—Oh, Amelia, veo que ya le echaste un vistazo al auto de Hades. —Asiento y veo que le ofrece una lata de cerveza.

—Toma, esto es la verdadera vida, sin tomar cerveza no puedes decir que disfrutaste de la vida en la calle.

—Pues... Gracias. —Tomo la lata y cuándo la voy a llevar a mi boca, Hades me la quita de las manos y se la toma él.

—Hey, esa era mía. —Le reclamo y él se encoge de hombros.

—Era.

Decido dejarlo estar, no me cuesta nada compartir con las personas.

—Al menos déjame la mitad. —Pido y él niega.

—No, es mía.

Yo quería probar esa bebida.

—¿No es grandioso este sitio, Amelia? —Pregunta uno de los mellizos, Alec.

—Pues sí, pero hay muchas personas. —Respondo un poco intimidada al tener la atención de todos los chicos.

—Es normal; además, aún no ves la mejor parte, que es cuándo comienza la carrera. —Responde Alan y yo asiento levemente.

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