Capítulo 24

4.9K 557 132
                                    

(Inglaterra)

Cuatro años atrás.


Camino sin fuerzas por los pasillos de vuelta a mi habitación, luego de haber llamado y contado a Ángel que encontré al asesino. Tengo formado un nudo en la garganta y unas inmensas ganas de llorar. No puedo creer como no pude sospechar de él desde el inicio, nunca me dijo su nombre ni el motivo por el que estaba aquí.

Estúpida, Amelia, estúpida.

Diviso su figura en el fondo, esperándome con una pequeña sonrisa y yo cierro los puños con fuerza a mis costados por tanta rabia acumulada. Todo este tiempo estuvo en mis narices; el asesino de mi padre es la persona con la que me he relacionado, con la que he reído, hecho travesuras y besado.

¿Sabrá quién soy? ¿Me habrá visto la cara de tonta desde el inicio? Quiero pensar que no.

Aquel día yo no pude ver su rostro por el pasamontañas, pero él sí vió el mío. Aunque la casa estaba sumida en total oscuridad y tal vez no pudo grabar bien mis facciones, así tendría sentido que al pasar un mes ya no me recuerde y por eso se relacione conmigo.

O tal vez te está engañando para poder matarte.

No, si hubiese querido matarme lo hubiese hecho aquel día y no se hubiese ido como si nada, tampoco me hubiese dado consejos sobre qué hacer si alguien entra a mi casa.

Recuerda que está loco; o cambió de opinión al verte aquí.

Mi cabeza está a punto de explotar, quiero gritarle, golpearlo, y preguntarle tantas cosas, reclamarle la muerte de mi padre, su relación conmigo. Pero no puedo, estaría arruinando el plan que tengo con Ángel. Si es verdad que no me reconoce no me puedo arriesgar a que lo haga y todo se vaya por el retrete.

—¿Dónde estabas? Te anduve buscando. —Dice cuando llego a su lado, y yo no sé qué responder.

—Yo... Fui a tomar aire un rato frente al ventanal del fondo. —Lo primero que se me ocurre es eso. Él asiente y me escudriña el rostro, poniéndome más nerviosa de lo que ya estoy.

—¿Te sientes bien? Estás pálida. —La preocupación en su voz me hace saber que se lo ha creído.

—Eh... Sí, solo que no he comido nada hoy y tengo un poco de mareo. —Me excuso y él frunce el ceño con enojo.

No sé por qué pero ahora mismo esa expresión me da mucho miedo.

Se acerca unos pasos hasta quedar frente a mí y levanta la mano. Con el corazón desenfrenado, cierro los ojos pensando que me golpeará, pero los abro al sentir que me levanta en brazos.

—¡¿Hades, qué haces?! —Chillo mientras me agarro de su cuello para sostenerme mejor.

—¿Tú que crees? No puedo permitir que mi loquita se desmaye en el camino. Te llevaré a comer algo, pero este será nuestro secreto ¿vale? —Mi pecho arde al verlo actuar así conmigo. Es tan espontáneo que me cuesta creer que sepa quién soy.

Camina hacia la ventana por dónde siempre nos escapamos y en la que supuestamente estaba yo hace unos minutos. Al llegar me baja de sus brazos, abre las persianas hasta el tope y se voltea en mi dirección. La mirada que me lanza hace que quiera correr lejos de él y esconderme. Algo malo hará.

Antes de poder retroceder, me agarra de los muslos y me levanta nuevamente, pero esta vez de frente con mis piernas rodeando su cintura.

—Pégate a mi cuerpo lo más que puedas, bien fuerte. —Dice y frunzo el ceño. Cuando voy a protestar y pedir que me baje, saca la mitad de su cuerpo por la ventana y yo me sostengo fuertemente a él, muerta de miedo.

Inocente✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora