capítulo tres.

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Pasado

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Pasado.

Como niño recién perdido en un lugar que no conocía, abrazaba con fuerza su propio cuerpo tratando de mantener la calma y que su corazón no estallara de tristeza.

Miraba hacia el techo blanquecino, sus ojos se distinguen entre cientos con solos ver sus lágrimas, sus manos cubriendo sus labios, sus ganas de llorar crecían.

Maldita sea... desde sus muñecas hasta sus manos estaban manchadas de sangre.

¡¿Por qué, por qué, por qué?! ¡¿Por qué no podía ser feliz una vez en su jodida vida?!

La rabia parecía que le hervía la sangre hasta su cabeza, sudaba frío y su cuerpo temblaba.

Carajo, sentía que caía en desmayo.

—Respira, respira, respira... —susurraba para si mismo tratando de calmarse.

Pero como podría, la vida de su novia corría riesgo ahí dentro de ese cuarto... Las lágrimas quisieron inundar sus ojos. No, no, no... no podía pensar en negativo.

Amy lo necesita más que nunca, y su retoño... Su pequeño retoño...

¡No! ¡Maldita sea ambos iban a estar bien!

Sus pies se movieron con desespero mientras agarraba sus púas con fuerza. Quería verla, quería verlos a ambos en sus brazos para poder así protegerlos de todo mal.

Se levantó con desespero y caminó hasta la recepcionista quién se encontraba riendo junto a su colega.

«hijos de...»

—Disculpe.

—Buenas noches, ¿En qué puedo ayudarle? —le contestó mientras trataba de calmar la carcajada que se había pegado hace un rato.

«idiota»

—Mi novia, Amy Rose. La trajeron a urgencias por un aborto espontáneo —de nuevo quiso llorar.

Limpió su nariz mientras ella revisaba su computadora.

—Amy Rose, ¿Verdad? —hizo una mueca. ¿Era la Amy Rose que el mencionaba?

—Si.

—Todavia está en espera.

—¿Y eso que mier-? ¿Qué significa...? ¡¿cómo que en espera?! ¡¿Se está desangrando con el bebé adentro y está en espera?!

—Señor los doctores hacen lo que-

—¡No, maldita sea! ¡Mi novia puede perder el bebé y ustedes la tienen en una maldita camilla mientras se desangra!

—Señor le voy a pedir que se calme.

—¡¿Que me calme?! —la risa ansiosa que estaba usando no le gustaba para nada. Odiaba, odiaba reír mientras lloraba, le hacía parecer un lunático—  ohhh claro, ya veo lo que sucede: mientras que mi familia muere, yo tengo que estar sentado aquí, esperando que los doctores les de la gana de atenderla a ella y a mi hijo.

𝐑𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐅𝐎𝐑 𝐌𝐘 𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐒𝐎𝐍𝐈𝐂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora