capítulo diez.

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Deambuló en su casa con dolor en la cabeza hasta llegar a la cocina

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Deambuló en su casa con dolor en la cabeza hasta llegar a la cocina. De ahí sacó solo un par de botellas que no tuvieran demasiado alcohol y las abrió ahí mismo.

Sus pies descalzos llegaron hasta la sala en donde había una cubierta esperándolo, se acostó y arropó y encendió la televisión tratando de encontrar algo que lo entretuviera.

Sus ojos estaban agotados yaciendo las seis de la mañana. Y como no estarlo, si se mantuvo toda la noche despierto para estar al pendiente de ella a pesar de que estuviera enojada por razones infinitas.

El cuerpo le dolía tanto, los brazos y las manos le adjuntaban dolores que eran inexplicables, sus piernas igual y el día entero le dolía la cabeza.

¿Debería descansar? No, tal vez no era eso. Siempre pensaba en el hecho de que no hacía nada y era un bueno para nada. Los dolores iban y volvían como a cualquier persona.

"Deberías dejar de ser tan estúpidamente inútil y trabajar más" lo regañó la conciencia, tratando de hacerle sentir mal.

—Si, tal vez tengas razón —volvió su mirada a la tele, en donde el control remoto se había detenido en una de las tantas películas que a Amy le gustaba ver.

"LA HABITACIÓN"

Siempre se preguntó qué era lo que esa pequeña ficción tenía para que a ella le gustase tanto observarla.

Admite que no le había llamado tanta la atención para echarle si quiera un vistazo, pero en ese momento sentía como si algo lo llamara a observarla.

La eligió desde la pequeña lista de Netflix que ambos tenían. Moría de sueño pero también queria saber, y antes de que si quiera la película diera un pequeño avance de lo que se trataba, escuchó un golpe que venía desde el segundo piso.

Sin darse cuenta se había quitado el cobertor de golpe y salió corriendo escaleras arriba hasta la habitación en donde ella se encontraba supuestamente dormida.

Abrió la puerta desesperado, y la encontró en el suelo tratando de levantarse.

—¡Amy!

Se acercó a su lado y con la poca fuerza que le quedaba la cargó de nuevo hasta la cama, en donde al tratar de observar su rostro se encontró que ella tenía una sonrisa.

Y no una bonita.

—¿Que...? —se alejó de ella— Amy qué te...

De repente gritó y lloró como niña desconsolada.

—¡¿Por qué me hiciste esto?! —sus manos estaban manchadas de sangre— ¡Yo te quería! ¡Di mi vida por ti!

𝐑𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐅𝐎𝐑 𝐌𝐘 𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐒𝐎𝐍𝐈𝐂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora