capitulo veinte

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Admito que querer morir ahora no me parece mala idea

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Admito que querer morir ahora no me parece mala idea.

Quiero decir, todo el mundo tiene imperfecciones, unos más que otros si hablamos de cuerpos. Pero, para decirle a alguien que le da asco que los toques simplemente porque también tienes cortes en las palmas de las manos, me hace dudar si alguna vez, tuve que salvarlos hace años cuando era un "héroe".

Ya sé que doy lástima con sólo decir lo que me ha pasado en un solo día. Ya sabes, las miradas, los susurros, chismes que se vendrán pronto y todo eso, pero quién sabe; tal vez eso me dé el positivismo para hacer lo que hace años no pude.

Y pueda dejarlos a todos en paz de una vez.

Al fin y al cabo había podido terminar todo lo que me habían encargado. Ya era hora de irme, y de tan solo ver el cielo era visible que pronto iba a anochecer.

Suspiré dejando la última caja en el sótano. Observé la hora en el reloj de la pared y ya iba un poco tarde a casa.

Seis y seis.

Subí las escaleras para llegar a la oficina del señor Robinson y ahí toqué la puerta, esperé unos segundos, hasta que me dió el permiso de entrar.

—Joven Sonic, ¿Cómo estuvo hoy? ¿Pudo con todo?

Sí, pude con todo, también con las personas que se alejaban cuando yo tenía que acercame por algo, el de cómo me miraban y señalaban. Ah, ¿También mencioné que un adolescente me dijo que le daba asco?

—Sí, señor. Fue pan comido.

—¡Excelente chico! Toma, aquí tu primera paga —me entregó un sobre— No es exactamente como una paga normal, solo es por tu primer día.

¿Y si la abro ahora para ver cuánto dinero traía? No, no. Sería descortés hacer eso en frente de él.

Además porque también quería irme ya.

—Muchas gracias señor —caminé a la puerta— hmm, ¿Eso es todo? ¿Mañana vuelvo a venir o...?

—No es necesario. Lo llamaré si lo necesito. ¿Tiene teléfono?

El teléfono que hace mucho no usaba porque había tratado de alejarme de todos. Pero, ahora que empezaba a hablar con Tails y Knuckles, sería estúpido ya no usarlo.

Apreté con fuerza el seguro de la puerta.

—Sí, señor.

Al final resulté dándole el número de Amy.

Sé que ella lo entendería, después de todo, solo es para trabajo.

Salí de esa ferretería y cuando alcancé a tocar el asfalto respiré con calma. Estar mucho tiempo en casa encerrado me hizo darme cuenta que si salía iba a sufrir un ataque de pánico.

Cómo el que estoy sufriendo ahora, por ejemplo.

Pasé por varias tiendas de ropa como de joyería y en una de esas me detuve. Miré el ventanal que mostraba los diamantes que vendían ahí, cada uno con brillos exóticos e increíbles. Collares enormes y largos y anillos de varios tamaños.

𝐑𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐅𝐎𝐑 𝐌𝐘 𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐒𝐎𝐍𝐈𝐂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora