episodio treintaicuatro

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Escuché el océano a lo lejos

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Escuché el océano a lo lejos.
Escuché sus fuertes olas chocar consigo mismas en un abatimiento de tempestad que las nubes provocaban; la indisciplina y el desorden en su viento quiso llevarse lo más frágil y mal asegurado a su tierra de marfil, las gaviotas daban el aviso de que algo se aproximaba, y se alejaban huyendo con sus plumas cayendo al agua. El día es gris, tan mal llevado de la vida.

Ahí fue cuando abrí mis ojos, me encontré de pie en la arena con esta misma aferrándose a mis tenis temiendo dejarme escapar. Alcé mi vista hacia las nubes encima mío, tan grandes y oscuras; donde el sol se escondía por miedo a que su luz fuera arrebatada por estas cosas, negando mi esperanza a encontrar una salida ante todo esto.

Y me imaginé la razón del por qué eran tan grandes y protectoras. Era como si escondieran a Dios entre su gran suavidad y tormento, donde sus ojos, tan brillantes como la galaxia, me veían y se preguntaban en qué se equivocó para que me hiciera de esta forma. Y recordé que Dios no se equivoca. Él quiso hacerme así, y no había por qué negarlo. Dios quiso hacerme una mala persona.

De repente, sentí un peso de olvido en mi pecho. Donde mi corazón fue empujado hacia atrás, llevado a un lugar donde no molestara la voz de mi mente. Porque esta, supuestamente, siempre tenía la razón. Pero lo único que hizo conmigo fue equivocarse durante los largos y cortos años que sentí iban pasando.

El miedo de repente se volvió egoísta y mis lágrimas se convirtieron en sangre que no era mía.

El océano, tan grande y aterrador para mí, donde muchas veces mi vida pudo haber terminado y no aproveché esa oportunidad; Me susurró al oído que tenía un regalo para mí. Y vi a lo lejos al ángel que me llamaba, que estaba de pie en las aguas engañosas y me esperaba con su mano extendida para ser abrazada con la mía. Su pecho, amamantando al ser más pequeño que he presenciado en mi vida.

Y las olas rompiendo me golpearon en la razón; se había llevado a mi hijo y quería regresarlo a mis brazos.

En un instante había dejado que la orilla me llevara lo más lejos que podía y allí me abandone al inmenso océano que se encargaría de ponerme a dormir. Y empecé... empecé a pensar que no volvería a despertar, que no volvería a ver a los mucho que amaba y deseaba proteger, pero estaba tan desesperado, tan desesperado por morir. Quería morir joven porque entendía que mi vida no sería la más larga de todas. Y muchas veces me negaba a ver lo contrario.

Su dolor me llenó los pulmones dejándome una tristeza que no era mía y me tenía atormentado. La vomité incontables veces queriendo respirar, pero me golpeaba hacia abajo, castigando mi falta de respeto a aquellos que vinieron a quitarse la vida al igual que yo.

Sentí sus llantos y gritos en mi oído; Señaló que no merecía su regalo robado de la negligencia de Dios por cuidar al mundo en vez de a mí. Pero heme aquí siendo el testarudo que seré por siempre.

𝐑𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐅𝐎𝐑 𝐌𝐘 𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐒𝐎𝐍𝐈𝐂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora