capítulo diecisiete

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La manera en que aquella chica lo veía solamente le daba un golpe de ahogamiento externo que le dejaba las manos temblando

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La manera en que aquella chica lo veía solamente le daba un golpe de ahogamiento externo que le dejaba las manos temblando.

Ella no le había hablado en toda la mañana y parecía ser el único que lo notaba. Con cuidado sus ojos fueron a varar hasta donde estaban sentados sus amigos, cada uno hablando entre sí mientras terminaban de desayunar.

Bajó su mirada, él ni siquiera había tocado la comida.

Y si... ¿Tal vez hizo algo que la hizo enojar? Era lo más probable. Pero ni siquiera recordaba qué había hecho algo mal, o tal vez su mera presencia ya le hacía estorbo.

Habían tantas posibilidades de que fuera eso. Después de todo, ya fue más de una ocasión que le gritaba que no la tocara.

Realmente era una horrible persona, realmente no merecía estar vivo, realmente debería...

—Sonic, ¿Puedes suicidarte ya?

Abrió sus ojos de golpe y lo observó con una mueca.

—¿Qué dijiste?

—Que si me puedes pasar la sal —volvió a decir Knuckles, mientras se llevaba un pedazo de huevo a la boca.

Un momento le tomó pensar en lo sucedido, asintió poco a poco mientras llevaba sus manos a lo que el rojizo le había pedido.

Suspiró con fuerza. Su mano llegó hasta su cabeza y la sobo ligeramente para quitar el dolor que sentía aquella mañana.

La garganta le ardía y el Sol se escondía entre las nubes.

—Ey, azul. ¿Estás bien?

—Sí, sí. Estoy bien —abrió sus ojos de nuevo— solo tengo dolor de cabeza. Es todo.

—Deberías descansar, Sonic —le recomendó el zorro— tal vez no dormiste bien anoche.

¿Anoche..? Anoche había dormido lo suficientemente bien como para levantarse ya descansado y sin sueño. El dolor en el cuerpo era aquel que no lo dejaba en paz, la sensación de hormigueo y la palidez lo hacían lucir enfermo.

Tal vez eso era. Tal vez realmente estaba enfermo y debería descansar.

Necesitaba dormir bien. La falta de sueño ya le hacían pensar y oír cosas que llevaban una pizca de verdad en cada frase.

Debería calmarse.

—Sí... sí, tienes razón —dejó el plato a un lado y se levantó de la mesa— perdonen si los dejo comiendo solos. Realmente no me siento bien.

—Está bien, amigo. Podemos desayunar solos. ¡Ah! S-Sonic, ¿Puedo tomar el teléfono prestado? Quiero hablar con el señor Robinson por el trabajo.

—Claro, enano. Me harías un gran favor.

—Descansa, Sonic. Realmente tienes una ojeras hasta el cuello. Hasta pareciera que te hubieras intentado ahorcar —sus amigos soltaron una risa.

𝐑𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐅𝐎𝐑 𝐌𝐘 𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐒𝐎𝐍𝐈𝐂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora