capítulo veintiséis

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La forma en la que estaba percibiendo las cosas era un punto fugas de locura

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La forma en la que estaba percibiendo las cosas era un punto fugas de locura. No me sentía bien, la inestabilidad me estaba devorando como a un buitre con hambre.

Desde los últimos días el sueño no era sueño, no era la necesidad de descansar específicamente durmiendo. Me sentía tan cansado, tan débil. Mi cuerpo ahora más que nunca daba asco; cicatrices, cables, sangre, una frente que será cuna de una nueva cicatriz por mucho más peor que las otras.

Tenía tantas ganas de llorar por el estado tan cínico que estaba usando hoy en día. Me sentía realmente feo, si no es por decir como un monstruo.

Veía a Amy, hablando con cada doctor que pasaba a verme. Lloraba de noche a un lado mío creyendo en la posibilidad que estaba en un muy profundo sueño. Eso, sinceramente, me hacía sentir más mierda aún.

No había querido hablar con ella por simple vergüenza. Es que... ¡Fui tan malditamente estúpido en pensar que Amy estaba haciendo algo en contra mía y en contra de ella misma! ¡Tonto, tonto, tonto! ¡Ella no estaba loca como yo. No era suicida como yo y por nada en el mundo me engañaría!

Debería... tan solo si quiera, mover mis labios para decirle cuánto sentía haber perdido el control en nuestra casa. La forma en cómo la trate y la miré me hacía sentir como papá. Solo que yo llegaba a un punto de mirarla con otros ojos que no eran propios de mí.

¿Un pervertido? Más que eso. Un enfermo.

No sé qué me pasaba. A Amy siempre la traté con respeto ante todo y la protegía de todos, incluso de mi. Pero esa tarde... perdí los estribos por culpa de la idea de querer saber si algo pasaba.

Un erizo tan severamente estúpido.

Ella me miraba cansada, con las piernas cruzadas en sí y sus manos apoyadas en el bolso que le había regalado en la navidad pasada. Suspiré dejando la comida a un lado, de nuevo el sabor agrio se me hacía presente.

—¿Por qué... no quieres comer? —casi como una pregunta sonó como un "te lo ruego"

Negué varias veces, mientras me recostaba de nuevo dándole la espalda. La vergüenza era tanta que ya ni siquiera podía mirarla.

—Hmm, yo... —ella pareció querer decir algo, pero era tonto si quiera pensar que tendría las fuerzas de contestarle.

Mi voz parecía querer salir con urgencia. Un insensato movimiento tan sencillo y me daba vergüenza hacerlo.

Me puso una mano sobre el hombro y me acarició mientras se sentaba detrás de mi espalda. Empezó a tararear una canción que no me era conocida, solté un suspiro, tratando de relajarme por lo tenso que estaba.

—Los doctores dicen que podrás salir a más tardar esta noche, solo que... —hizo una pausa corta, supongo que para tratar de darse calma a ella misma- tendrás que estar bajo medicamentos para que no vuelva a pasar.

𝐑𝐎𝐒𝐄𝐒 𝐅𝐎𝐑 𝐌𝐘 𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐒𝐎𝐍𝐈𝐂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora