Prólogo

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6 de abril de 2020.

Sentía que la vida se le escapaba de las manos.

Tan solo unas minutos antes, Archie Cameron ensayaba sus líneas para la obra de Hamlet, el príncipe de Dinamarca, próxima a estrenarse el 17 de abril. A pesar de no tener un papel protagónico, su orgullo le decía que debía dar lo mejor de sí para el público, y sobre todo, estar bien consigo mismo. Sin embargo, un dolor punzante en el abdomen hicieron que abandonara los esfuerzos que estaba haciendo por exclamar los diálogos de Laertes. Creyó que se trataba de una simple diarrea, pero el miedo lo invadió al ver sangre en la taza de baño. Los calambres en el abdomen no cesaban y sólo se intensificaban. No ha salido del baño desde que comenzó con ese malestar estomacal. Sus mejillas estaban húmedas de las lágrimas por el dolor que le causaba estar en esa deplorable condición.

Se levantó y salió del baño. Tenía una sed infernal y se sentía debilitado. Caminó como un muerto viviente hacia la cocina y agarró agua de la llave. Con solo un trago que tomó, sintió que su estómago subía a su boca, exigiendo salir. Se arrastró al baño, pero el vómito llegó primero. Cayó de rodillas mientras expulsaba un líquido amarillo de su boca combinado con el inconfundible color de la sangre. Se sostuvo con sus débiles brazos y miró la inmundicia que acababa de sacar. Otra oleada de náuseas amenazó por salir y él no pudo evitarlo.

Como pudo se levantó. Recargó la mano en la pared del pasillo y su visión se volvió nublosa por el mareo. Arrastró sus pies hasta la habitación donde tenía su celular. «Una ambulancia...» Agarró el aparato, pero un nuevo dolor punzante en el abdomen hizo que se doblara y soltara un gemido de dolor. Se tiró al suelo y el celular se le escapó de la mano. Esta vez, le dolía el pecho y sentía una opresión que no lo dejaba respirar. Comenzó a sudar y a perder el sentido. Se hizo un ovillo y trató de recuperar el aire, pero no podía. Estiró el brazo y agarró con torpeza el celular. Miró la pantalla de bloqueo y sintió otra presión en el abdomen, como si su cuerpo estuviera evitando que llamara al número de emergencias. Maldijo en voz baja y esperó a recomponerse del agobiante dolor físico que lo esta haciendo llorar y lamentarse, después de mucho tiempo de no soltar ni una lágrima. Para su pesar, el dolor no hizo más que incrementar. Se puso boca arriba y soltó un sollozo ahogado. Quería gritar y patalear de dolor, pero el cansancio y la debilidad no lo dejaron. No sabía lo que le pasaba y el miedo comenzaba a invadirlo; nunca había sentido un dolor así de intenso. Reaccionó tarde cuando sintió náuseas. El vomito que expulsó hizo que comenzara a ahogarse, sin poder voltear la cara.

Después de un rato de agonía, el seductor Archie Cameron cerró los ojos para siempre, manchado en su propia porquería y con un futuro por delante que nunca podrá llegar a ver. 

Muerte al Príncipe de DinamarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora