Capítulo 8

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Hotel AKA Times Square.

Calle 44 oeste.

Martes 7 de abril de 2020

Las calles de Times Square concurridas de turistas y neoyorquinos nerviosos por llegar al trabajo abrumaron a Orion. Manejó hasta la dirección que su jefe le dio. Se extrañó al ver que se trataba del hotel AKA, sin embargo, tiene conocimiento que ofrece las habitaciones como si fueran departamentos y la empresa las renta como si fuera un condominio. Se pregunta cuánto debe ser por un mes de renta.

Orion estacionó su auto frente al hotel. Alzó la cabeza para mirar la fachada del edificio. Tiene entendido que la azotea fue remodelada y cuenta con unas vistas espectaculares de la ciudad.

—Fascinante, ¿verdad? —Orion escuchó la voz de una mujer detrás de él—. Tal vez emprenda en el negocio del teatro para poder vivir en un lugar así.

La mujer que habló debía tener la misma edad que Orion, incluso un año menor. Su cabello corto encrespado y cobrizo, casi anaranjado, era lo que más llamada la atención, además de las pecas sobre su nariz. Ahora que lo piensa, Thompson no le dio una descripción de cómo es su nueva compañera.

—Por tu cara de confusión debes pensar que soy una turista loca —estiró su brazo hacia él—. Hestia Rees, tu nueva compañera. Mucho gusto, Orion.

Orion estrechó la mano de Hestia. Ella era bonita. Notó el piercing de argolla en su nariz, al igual que los tatuajes en forma de anillos de su mano derecha.

—Igualmente. Y perdóname, Thompson no me dijo cómo eras, sólo que estarías aquí.

—Descuida.

Los detectives entraron al edificio y caminaron hacia el elevador, después de indicar en el lobby que eran policías y venían a interrogar a Federico Nóbile. Les dijeron que vivía en el apartamento 12.

—¿Te transfirieron recientemente? — le preguntó Orion mientras el elevador subía.

—Sí. Bueno, vengo del precinto 27 —explicó—, trabajaba en la unidad de narcóticos, pero mi superior me indicó que necesitaban ayuda en el 25 en la división de homicidios. Así que, heme aquí. Aunque creo que será más emocionante que atrapar narcotraficantes.

Orion rascó su cabeza.

—¿Es tu primer caso?

—Así es. Y descuida, he visto los suficientes cuerpos y perseguido a muchos maleantes por el Bronx como para que me afecte —le dio un codazo en el costado—. No soy tan novata como crees, Orion.

—Yo no creía que... —bueno, en verdad, sí lo creía. Hestia alzó la ceja—. Olvídalo.

Las puertas se abrieron. Caminaron hacia el apartamento y tocaron el timbre. No se oía nada desde adentro, pero podían saber que había muchas personas reunidas.

Una mujer de unos cuarenta y tantos años abrió la puerta. Vestía de luto y tenía el cabello negro entrecano recogido en un moño.

—¿Señora Nóbile? —la mujer asintió—. Buenos días, soy el detective Frye —enseñó su placa—. Ella es mi compañera la detective Rees. Lamentamos importunarlos, pero venimos a hacer unas preguntas.

Examinó el cabello de Hestia y alzó las cejas. La detective lo notó y frunció el ceño.

—Adelante.

Hestia entró seguida de Orion. El ambiente era turbio. En la sala, la cual estaba frente a la entrada, había unas diez personas reunidas, todos vestidos con ropas negras. Los presentes los miraron con curiosidad mientras que la señora Nóbile se acercó a su esposo, Federico, que estaba hablando con otro hombre mayor que él. Orion distinguió a una mujer llorando desconsoladamente en el hombro de otra, sosteniendo una fotografía del difunto por lo que distinguió. Supuso que serían familiares de Archie Cameron.

Muerte al Príncipe de DinamarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora