Capítulo 35

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Orion recibió una llamada de Hestia cuando caminaba por la calle 44.

—¿Cómo te fue? — le preguntó.

—La señorita Evans tenía una planta de ricino —le contó—. Te mandé la foto. A pesar de que trataba de mostrarse tranquila conmigo, se veía demasiado falso. Además, logré ver que tenía un tic en el dedo. Supongo que estuvo mintiéndome todo el rato.

—El señor Nolan igual. No puedo saberlo con certeza, pero estoy seguro que oculta algo.

—¿Qué procede?

Orion miró hacia los edificios que se agrupaban al final de la calle. Detuvo su andar y metió la mano libre en el bolsillo de su pantalón.

—Debemos atraparlos con las manos en la masa.

—¿A qué te refieres?

—Ve a la fiscalía. Tenemos que hablar con Isabel.

Orion llegó en taxi al edificio de la Oficina del Fiscal de Distrito de Nueva York. Entró al lobby y preguntó por la asistente del fiscal Isabel Garza. Hestia entró al edificio unos minutos después. Una de las secretarias les avisó que la señorita Garza los recibiría en su oficina.

Subieron en el elevador al piso de la fiscal. En el elevador, comentaron sus hipótesis sobre una posible complicidad entre Víctor Nolan y Margaret Evans. Aunque aún no podían decir cuál podría ser su relación aparte de la que eran ex compañeros en la compañía, Orion no entendía porqué querría el señor Nolan aliarse con Margaret.

Tocaron la puerta de la oficina de Isabel y ella los dejó pasar.

—Hola, ¿todo en orden? — les preguntó ella mientras acomodaba una gran pila de papeles y los guardaba con dificultad en una gaveta.

Orion reprimió el impulso de ir a ayudarla y suspiró.

—Descubrimos algo.

Le narraron el interrogatorio con Erika Naler y el incidente que presenció donde Margaret Evans armó un escándalo en el camerino de Archie Cameron. Compartieron con ella sus teorías sobre una posible alianza entre Nolan y Margaret y le contaron sus razones.

Isabel suspiró y se cruzó de brazos.

—Entonces... ¿sospechan de ellos dos?

Los dos detectives asintieron. La fiscal recargó la espalda en el respaldo de la silla y cerró los ojos por un momento.

—El señor O'Neill quiere resolver esto cuanto antes —los miró con sus ojos cafés cansados—. Díganme que pronto lo harán.

Orion tragó saliva y metió la mano en su bolsillo. Quiso decirle que todo saldría bien y que el asunto se acabaría pronto, pero no se atrevió con Hestia presente. Además, ni siquiera se lo hubiera podido decir. Es demasiado tímido para eso.

—Tengo un plan —les dijo a ambas—. No podemos cometer el mismo error que con Harlan van Dann. Nos precipitamos y pagamos las consecuencias. Tenemos que atraparlos con las manos en la masa, si es que son ellos dos.

Isabel y Hestia se miraron.

—Con Hestia dedujimos que el poema que encontraron en el camerino de Joseph Nóbile es una advertencia de algo que pasará en la obra —le enseñó el papel a Isabel y le explicó el contexto de la historia de Hamlet—. En la última escena se baten a duelo. Suponemos que la espada que use alguno de los dos estará envenenada y los actores sufrirán envenenamiento cutáneo.

—¿Van Dann y Nóbile? ¿No sería un poco ilógico? — preguntó Isabel.

—Eso mismo pensaba —Orion sonrió de lado—. Mientras venía para acá, me pregunté cómo se podría evitar que uno de los dos se intoxicara por el contacto con el veneno. Luego recordé que si no envenenarán la hoja, porque literalmente no pueden apuñalarse, colocarían el veneno en la empuñadura, pues la ropa impediría un contacto directo con la piel. La única manera de evitar tocar la empuñadura directamente es usar guantes —hizo una pausa y se miró las manos—. El vestuario de Harlan van Dann usa guantes.

Hestia alzó las cejas e Isabel se inclinó hacia la mesa.

—¿Cómo lo sabes? — preguntó la fiscal.

—Lo vi. Cuando me quedé para hablar con Nolan, vi su vestuario. No recordaba lo de los guantes hasta que me puse a pensar en el poema y la forma en que probablemente actúen.

Isabel observó al detective. Le sorprendía la habilidad de deducción que tiene. Esta impresionada con ambos.

—¿Qué crees que pase?

—Tal vez ataquen el día del estreno —explicó—. De alguna manera, conseguirán darle la espada envenenada a Joseph. Tengo un plan para eso —miró a Hestia—. Requeriré de tu ayuda.

Su compañera asintió. El teléfono de mesa de la fiscal comenzó a sonar, sobresaltándola.

—Isabel Garza. — les hizo una señal a ambos de que esperaran.

Orion observó la mano que estaba recargada sobre una carpeta. «Tiene lindas manos...» Apartó la mirada y se concentró en el búho de adorno que tenía Isabel en la estantería detrás del escritorio, entre los libros.

No escuchó sobre lo que habló, pero Isabel colgó y Orion la miró.

—Lo siento mucho... —la fiscal se levantó de la silla—. Tengo que ayudar al señor O'Neill con algo.

Se puso la chaqueta del traje y agarró su portafolio color vino. Orion no le quitaba el ojo de encima a cada movimiento que hacía.

—¿Necesitan una orden de arresto? — les preguntó.

Hestia miró a su compañero y éste parpadeó. Negó con la cabeza y frotó su cuello.

—No... no la necesitamos.

Isabel asintió y pasó junto a ellos.

—Les deseo suerte. Nos vemos luego.

La fiscal salió rápidamente de ahí y cerró la puerta. Hestia y Orion salieron de la oficina.

—Oye... ¿cuál es tu plan? — le preguntó la detective.

Hestia notó que Orion seguía como en las nubes. Suspiró y le dio un codazo en las costillas para despertarlo de su ensoñación.

—¿Qué?

—¿Cuál es tu plan? — repitió.

—Ah, si. Vámonos de aquí, te lo explicaré en la estación. 

Muerte al Príncipe de DinamarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora