Capítulo 19

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Teatro Majestic, calle 44 oeste.

Lunes 6 de abril de 2020.

—Ser o no ser: ese es el dilema. Si es más noble a la luz de la razón padecer las pedradas y flechazos de la afrentosa suerte, o empuñar las armas contra un mar de aflicciones y terminar con ellas combatiéndolas. Morir: dormir. No más. Y pensar que al dormir le damos fin a las congojas y las mil desdichas naturales herencia de la carne. Final es ese digno de anhelarse...

Joseph Nóbile se detuvo y comenzó a toser. Tenía la garganta seca de tanto hablar y repetir el famoso soliloquio de la obra. El más conocido en todo el mundo; ser o no ser. Ahora se preguntaba qué estaba haciendo a las cinco de la mañana ensayando antes que los demás.

Su padre lo despertó en mitad de la noche, diciéndole que irían al teatro para practicar sus líneas más importantes. Quiere a su padre, pero a veces el chico quisiera que recordara que es un humano y que quiere descansar como es debido.

—¿Qué te pasa, Joseph?

—Por favor papá... necesito descansar un poco. Tengo mucha sed y siento la garganta rasposa.

Miró hacia el mezzanine, donde se encontraba Federico Nóbile hablándole con un megáfono. Le hizo repetir ese soliloquio más de cuatro veces. En cada una, Federico cambió de lugar para escuchar cómo llegaba la voz de Joseph.

—Tu voz es perfecta hijo. Toma un poco de agua y sigamos.

El chico se cruzó de brazos y lo miró desafiante.

—En dos horas comenzarán los ensayos, papá. En verdad, necesito descansar.

El director de la compañía suspiró irritado. Su hijo no se movería de ese lugar, pues es igual de terco que él.

—Está bien. Iré por tu agua al camerino. Quédate ahí y descansa un rato en lo que regreso.

Joseph bajó del escenario y se recostó en uno de los asientos acolchonados. Cerró los ojos y se imagino que estaría en su cama de no ser por su padre. Hubiera deseado ser un adolescente común y corriente, pero el teatro es una de sus pasiones y quiere llegar a ser tan buen actor como los demás de la compañía. Quiere actuar en escenarios internacionales y ganarse el cariño del público.

Federico Nóbile entró al camerino de su hijo, el cual estaba un poco desordenado.

—Ese muchacho tiene que limpiar más.

Se acercó al tocador y arregló un poco el desorden de los maquillajes y demás cosméticos. Agarró el bote con agua, pero algo llamó su atención. Un papel estaba junto a una caja de pañuelos. Frunció el ceño y lo agarró para desdoblarlo. Era una carta. Se dijo que no debía ver las cosas de su hijo, que tal vez sea la carta de alguna joven, pero la primera línea lo dejó confundido y algo inquieto:

¡Muerte al príncipe de Dinamarca!

Sobre mi desdicha se han mofado.

Sin respeto se pronuncia mi buen nombre.

Al primero de la tierra he desterrado.

Que este heraldo anuncie el final del hombre,

Que por la ponzoña de mi hoja será enterrado.

¡Muerte al príncipe de Dinamarca!

Se le hizo un nudo a la garganta. Al principio, podría parecer un poema común y corriente, bastante lúgubre, pero con los acontecimientos de la muerte de Archie... ya no puede andarse a las ligeras.

Encontrar esa carta en el camerino de su hijo disparó sus alertas. Miró hacia la puerta, la cual estaba entreabierta. Dobló de nuevo el papel y se lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón.

Entendió el significado de aquel poema. Su mente dramática y sus sentidos percibieron peligro. Peligro contra su hijo.

Decidió ir inmediatamente a hablar con los detectives que están llevando el caso de Archie. 

Muerte al Príncipe de DinamarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora