The Brooklyn Greenhouse
Calle 58, Brooklyn
Hestia Rees manejó por el puente de Brooklyn. De suerte que sus padres pudieron prestarle ese auto, pues el de ella quedó destruido después de que un sujeto que iba a toda velocidad lo chocara mientras estaba estacionado. El tipo sobrevivió por suerte, pero su querido auto no pudo ser salvado; fue el primero que le regalaron sus padres cuando terminó la preparatoria.
La tienda de plantas y flores era pequeña, aunque parecía más bien un invernadero pequeño. Sus tragaluces dejaban ver las plantas en exhibición. Hestia entró y miró con curiosidad lo que ofrecía esa tienda. Había cactus, flores preciosas, algunas palmeras, bonsáis, entre otras cosas.
—¿Buscaba algo en especial?
La voz de una mujer hizo que la detective dejara de mirar unos girasoles.
—Hola, soy la detective Rees —enseñó su placa y sonrió—. Su tienda es muy bonita.
La señora sonrió y le indicó con la cabeza que se acercara. Caminó al fondo del lugar, pasando entre varias plantas. Todo olía a tierra mojada y a flores. Era muy agradable estar ahí.
—¿Qué puedo hacer por usted, detective?
La mujer se sentó detrás de un escritorio el cual estaba adornado con más plantas.
—Me preguntaba si aquí, como vi que ponía en internet, venden la planta de ricino.
Hestia sacó una fotografía y la puso frente a la señora. Ella no se movió y siguió mirándola, aunque sus ojos parecían no verla realmente.
Cayó en la cuenta al ver un libro en Braille abierto encima del escritorio. Tenía un marca páginas rojo. Hestia se ruborizó, recordando que de nada sirvió que enseñara su placa. Guardó la fotografía.
—Yo... lamento mucho...
—No se preocupe, detective —sonrió amablemente—. Todos nos equivocamos.
Hestia se sintió apenada con la mujer.
—Sí, vendemos el ricino. Aunque ya nos quedan pocos ejemplares. ¿Le interesa comprar?
—La verdad es que no. Pero me pregunto si alguien vino a buscar recientemente la misma planta. Interesado en comprarla.
La señora movió su mano y cerró el libro. Abrió una gaveta hábilmente y tocó el fondo hasta dar con un pequeño libro, igual en Braille. Pasó los dedos hábilmente por las páginas hasta encontrar lo que estaba buscando.
—Sí... en el catálogo dice que vendimos un ejemplar de la planta hace dos semanas.
—¿De casualidad sabe quién compró la planta?
—La voz era de un hombre. Probablemente de mediana edad.
—¿Escuchó alguna otra voz además de él?
—No. Estoy segura que venía solo.
Hestia suspiró y anotó lo que averiguó en una libreta. Frotó su nuca y sopesó las posibilidades de que Harlan van Dann sea el que compró la planta. En su departamento, no había alguna planta a la vista, aunque bien pudo haberla tirado después del crimen para deshacerse de la evidencia. «Eso inclina la balanza de sospechosos hacia Van Dann.»
—Lamento no haberle sido de mucha ayuda.
La voz de la mujer la trajo de vuelta de sus pensamientos. Hestia sonrió y guardó su libreta.
—Todo lo contrario, me ayudó mucho. En verdad se lo agradezco.
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Muerte al Príncipe de Dinamarca
Mistério / Suspense"¡Muerte al Príncipe de Dinamarca! Que este heraldo anuncie el final del hombre, que por la ponzoña de mi hoja será enterrado" Broadway se viste de luto al perder a uno de sus actores más queridos. Archie Cameron, un actor aclamado por el público y...