Capítulo 27

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Cuando salieron con Harlan esposado, los transeúntes que circulaban por la acera reconocieron al actor, quien era cubierto por los detectives sin mucho éxito. Habían logrado sacar sus teléfonos y tomar fotos, mirando la escena con horror y preocupación. Se preguntaban porqué arrestarían a Harlan van Dann.

El actor no había dicho nada en todo el trayecto. Cuando llegaron a la estación de policía, fue escoltado por Orion y Hestia hacia una de las habitaciones de interrogación. Lo dejaron ahí y le quitaron las esposas. De repente, sintió mucho frío. Se frotó los brazos y miró hacia el techo, donde estaban los climas. Se arrepiente mucho de haberle pegado al hermano de Catherine. Reaccionó violentamente, pues se sentía atacado y quería evitar que lo esposaran. Nunca en la vida se imaginó encontrarse en esa situación. Una situación que ni siquiera entiende.

Los detectives entraron a la sala y cerraron la puerta. Harlan los vio. Tenía los ojos rojos.

—En qué lío se ha metido. — habló Hestia sentándose frente a Harlan.

Orion estaba a lado de ella con las manos en los bolsillos.

—Por favor perdóname... — le dijo mirando al detective. Le dejó un cardenal en la mejilla bastante feo.

—¿Cómo diablos hizo para envenenar a Cameron? — le preguntó Orion, ignorando lo que había dicho.

—¡Yo no lo maté!

—¿Entonces cómo explica esto? — Hestia aventó la caja de chocolates frente a él.

—El resto de chocolates estaban en el camerino de Cameron —informó Orion—. El hijo del señor Nolan se intoxicó por eso.

Harlan miró horrorizado a Orion.

—Esa caja la encontré en mi camerino hace una semana o más —dijo—. Estaba sobre mi tocador, como un regalo. A mi no me gusta el chocolate.

—¿Y por qué no se deshizo de ellos? — inquirió Orion con la ceja alzada.

—Me olvidé. Los guardé en el armario y pensaba regalarlos a alguien que le gustaran.

—De suerte que no lo hizo —Hestia recargó el brazo sobre la mesa y sonrió de lado—. Habría sido culpable de envenenar a una persona inocente.

Harlan negó con la cabeza, desesperado.

—Por favor, créanme. Nunca usé esos chocolates para hacerle daño a Archie. Ni siquiera sabía que era venenosos

—¿Y qué nos dice de esto?

Orion extendió el papel con el poema escrito. Harlan lo leyó y frunció el ceño, confundido.

—No sé lo que...

—Por favor, no perdamos más el tiempo —interrumpió el detective—. Usted hizo audición para el papel de Hamlet, el hijo de Nóbile lo consiguió y por lo tanto se quedó con un papel secundario. Que por la ponzoña de mi hoja será enterrado. Se entiende de una escena donde Laertes, o sea usted, envenena una espada. ¿Acaso igual quería envenenar a Joseph Nóbile? ¿Cómo pretendía envenenar una espada de utilería?

—¡Yo no escribí eso!

Sobre mi desdicha se han mofado. Sin respeto se pronuncia mi buen nombre. Al primero de la tierra he desterrado —leyó Hestia—. Le pasaron cosas respecto a su matrimonio; Cameron fue amante de su ex esposa y se lo recordaba cada que podía. Aparte del resentimiento hacia Archie Cameron, cuya muerte se expresa en este poema, ¿también se sentía resentido con el hijo de Federico Nóbile? — presionó la detective.

—Por Dios... ¡claro que no! Quería el papel de Hamlet, pero tal vez no lo hice bien en la audición. ¡No lo sé! Pero yo no escribí ese maldito poema —pasó la mano por su cabello, desesperado—. Ni si quiera se me da la poesía.

—Todo apunta a usted, señor Van Dann —Orion recargó la mano sobre la mesa y miró a Harlan directamente—. ¿Lo hizo o no lo hizo?

Los dos hombres se miraban, desafiándose. Harlan hizo ademán de hablar, pero la puerta de la sala se abrió de golpe.

—Por favor señor Van Dann, no diga nada más.

Un hombre alto con rasgos afroamericanos entró a la sala. Llevaba un maletín en la mano y un distintivo de abogado en el pecho. Hestia se levantó de la silla y agarró la caja de chocolates. Ella y Orion salieron.

Afuera, Isabel Garza los esperaba. Se veía algo preocupada.

—¿Quién es él? — le preguntó Hestia a la fiscal.

—Es un abogado privado. Lo contrató la novia del señor Van Dann.

Orion se pellizcó el puente de la nariz y sintió una punzada de dolor en la cara. Recordar a su hermana hizo que se pusiera de mal humor. La manera en que ella lo vio con odio fue algo dolorosa. Si por él fuera, no hubiera arrestado a Van Dann, pero es su caso y su trabajo.

—Esto pinta mal. — comentó Isabel.

Hestia la miró de reojo.

—¿Por qué lo...?

Los tres voltearon al escuchar que alguien hablaba en voz alta, casi gritando. Orion frunció el ceño al ver a Federico Nóbile hablando con Thompson, quien era un manojo de nervios. «Problemas.»

El jefe de la división criminal se acercó a ellos junto con el director de la compañía de teatro, quien estaba furioso.

—¿Cómo se atreven a arrestarlo públicamente? — les preguntó Nóbile.

Hestia frunció el ceño.

—No lo arrestamos públicamente.

—¡Las personas les tomaron fotos! —exclamó—. Creí indicar que quería que esto se llevara de manera discreta.

—Señor Nóbile, por favor —intervino Thompson—, fue un error de mis subordinados...

—Pues son unos incompetentes —miró a Isabel Garza—. ¿Usted es la fiscal? Debería tener un mejor control sobre los arrestos. Ahora la prensa hablará sobre el esto, y todo por culpa de la incompetencia del sistema. — señaló a Isabel, quien mantenía una expresión neutra.

—Apúntele a los verdaderos culpables, señor Nóbile —dijo Orion con un tono demasiado frío—. Nosotros llevamos a cabo el arresto. Además, usted no es nadie para darnos órdenes. Llevamos el asunto de manera discreta; solo una patrulla nos acompañó, fuera de los acostumbrado. Nosotros no podíamos controlar a los peatones o quitarles sus teléfonos si queríamos que todo fuera "discreto".

Anthony Thompson estaba rojo de furia. Nóbile miraba con arrogancia a Orion y Hestia comenzaba a sentirse nerviosa. El director volteó hacia la ventana. Harlan estaba hablando con el abogado.

—No puedo creer que Harlan haya hecho eso.

Thompson carraspeó e intervino para que Federico Nóbile lo siguiera a su oficina. A Orion comenzaba a punzarle la cabeza. Se tocó la mejilla y soltó un quejido.

—¿Estás bien? — le preguntó Isabel.

El detective la miró y asintió. Ella lo miraba preocupada.

—Creo que no debiste decir aquello, Orion. — le dijo Hestia.

—Ya no me importa.

Anthony Thompson llamó a Orion y Hestia a su oficina. Los dos aceptaron el regaño callados, aunque igual dieron algunos puntos en su defensa, pero los intereses con Federico Nóbile cegaban a su capitán, cosa que enfureció más a Orion.

Saliendo de ahí, quería golpear algo. Isabel les informó que la audiencia de arraigo sería el lunes a primera hora y que Harlan sería trasladado a Rikers por prevención. Los detectives se quedaron en la estación, escribiendo un reporte sobre el arresto de Van Dann para el expediente del caso.

Mientras lo escribía, Orion comenzó a tener un mal presentimiento sobre todo el asunto. Se sentía intranquilo y seguía de muy mal humor. Cualquier cosa lo estaba irritando. Quería hablarle a su hermana, aunque no sería prudente. Debe estar pasándolo mal por su culpa. Por arrestar a su novio. «Si a Thompson no se le ocurre ponernos a hacer algo, me la pasaré encerrado en mi casa todo el domingo. Necesito descansar y pensar mejor las cosas.»

Muerte al Príncipe de DinamarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora