- HUELLA - c.4.

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Llegaron las vacaciones de navidad, y como cada año, Marco y sus padres viajaban a Roma. Marco nació allí, y sus padres, prácticamente toda su familia. Era su hogar, y le encantaba pasar esas semanas allí.

Era una fría mañana de diciembre, Marco paseaba por las calles de la ciudad eterna. Andaba sin rumbo, era lo que más le gustaba, perderse, encontrar rincones nuevos, algo que era difícil. Pero siempre lo conseguía.

Entró a una pequeña cafetería y allí, el camarero le tomó nota.

- Un cappuccino, por favor. – dijo Marco mientras se quitaba los guantes, sin quitar ojo al empleado.

El camarero era realmente guapo y Marco intentaba no mirarle demasiado, se sentía muy raro, nunca se había fijado en esas cosas. Se quitó su abrigo y tomó asiento y empezó a trastear con su móvil, intentando no ser demasiado curioso respecto a aquel chico.

Estaba ensimismado, mirando el servilletero, cuando una voz que le resultó familiar le arrastró de nuevo al espacio del local.

- ¡Buongiorno Marco! – dijo aquella voz.

- Mario, viejo amigo, ¡Cuánto tiempo! – respondió Marco cuando se dio cuenta que se acercaba a él su amigo de toda la vida.

Marco se levantó con entusiasmo de su sitio y fue a abrazar a su viejo amigo, pero, al retirarse, dio al camarero que derramó su cappuccino en su camisa.

Mario empezó a reírse de la cara que se le había quedado a su amigo. Con lo vergonzoso que era tenía a toda una cafetería observándolo. Aun riéndose, Mario agarró a Marco por el hombro y le dijo:

- Amigo, tu siempre tan ágil. Creo que tendrías que limpiarte un poco eso. Seguro que nuestro amable camarero te enseña donde está el lavabo.

Con semblante preocupado, el camarero miró a la pareja de amigos y les pidió disculpas, y condujo a Marco hasta el servicio.

Era una estancia pequeña, dos puertas que cerrarían lo que serían los inodoros, y en frente a ellas un gran espejo que disponía bajo el unos bonitos lavabos de diseño moderno.

Marco suspiró al entrar en aquel lugar, y se quitó la camisa. La acercó al chorro de agua caliente que caía del grifo e intentó eliminar la mancha frotando, pero era imposible. Se apoyó en el mueble que vestía los lavabos, aun sin camiseta, y en ese momento entró el camarero. Se quedó inmóvil delante de Marco, le miraba a los ojos, sentía la fuerza que hacía con sus brazos y notaba su pulso acelerado en su torso rígido.

- Siento mucho lo ocurrido, no pude esquivarte. Me llamo Luca. – dijo el camarero a Marco tendiéndole una toalla.

- Tranquilo, suelo andar empanado… mi nombre es Marco. – contestó cogiendo la toalla, con la voz entrecortada, nervioso por la situación.

- Y dime, Marco… ¿sueles descamisarte delante de muchos chicos o solo intentas llamar mi atención? – preguntó Luca con tono amable y burlón.

- Oh… en realidad, yo… quiero decir…

Marco estaba anonadado, no sabía cómo reaccionar, nunca antes se había sentido así de atraído por alguien, y menos por un chico.

Luca era algo más alto que el, moreno, con un gracioso pelo semi-rizado, una sonrisa encantadora… unos bonitos ojos verdes y un musculado cuerpo. Su presencia le intimidaba pero parecía desatar en él un deseo que le hacía arder.

- Vaya, perdona, no quería ponerte nervioso... disculpa – Luca esbozó una sonrisa a la vez que se pasó una mano por la nuca.

- Tranquilo, Luca, soy… vergonzoso, es todo. – respondió aun nervioso.

- Bueno… puedes coger esta camiseta si quieres, así no tendrás frío y publicitarás la cafetería – digo Luca bromeando, mientras le daba una camiseta publicitaria del local a Marco.

- Ah… esto… gracias Luca.

Marco estaba totalmente embobado, cogió la camiseta de las manos de Luca, manos que por un instante acarició, sin querer, se miraron a los ojos. Marco dejó la camiseta en el mueblecito y se secó el torso sin apartar la mirada a su observador. Se puso la camiseta y sonrió.

- Te queda perfecta, además, si la acompañas con esa sonrisa estás aún más bonito… - se hizo el silencio, Marco se puso completamente rojo y sonrió de nuevo – Mi turno acaba a las seis, esta tarde, estaré esperando en la puerta unos minutos… si te apetece podrías pasarte y damos una vuelta.

- Creo que… será todo un placer – respondió Marco – Aquí estaré.

Luca sonrió, Marco le devolvió la toalla y salió del baño. Su amigo ya se había marchado con alguna chica, así que recogió su abrigo y se marchó a casa.

Durante el camino de regreso se hizo compañía de sus auriculares, pero era como si no escuchara, no paraba de darle vueltas a lo sucedido en el café. No sabía por qué se había fijado en ese chico, no sabía por qué había aceptado su invitación, ni siquiera sabía como encontraría de nuevo aquel lugar.

Abrió la puerta de su casa, estaba solo. Se desnudó. Se metió a la ducha. Escogió uno de sus pantalones favoritos, unos pitillos negros, la camisa azul de cuadros que le regaló su amigo Mario en su cumpleaños, se calzó sus botas nuevas y rodeó su cuello con una bufanda.

Aun confuso charló un rato con sus padres cuando llegaron, y mientras servían la comida, Marco intentaba hacer memoria para averiguar la forma de llegar a aquella cafetería. No lo conseguía, pero gracias a su Tablet pronto encontró el lugar.

Eran las cinco de la tarde, estaba dispuesto a salir, y muy nervioso.

Estaba tan nervioso que olvidó su cartera en casa, y a mitad de camino tras darse cuenta, volvió corriendo en su búsqueda. Se le hizo tarde, eran las seis y diez, y aún no llegaba, se martirizaba con su puntualidad y su despiste. Lo cierto es que aún se preguntaba por qué iba al encuentro con Luca, pero sentía un impulso y una gran curiosidad por ir con él.

No había vuelta atrás.

EL PRIMER PENSAMIENTO EL MEJOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora