- TEMBLOR - c.18.

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La luz del sol comenzó a traspasar algunos de los agujeritos de las persianas de la habitación de marco.

Tardó un rato en despertar, pero cuando lo hizo, deseó no haberlo hecho.

Tenía una gran presión en la cabeza, la boca seca y mal cuerpo.

Se incorporó y puso los pies sobre el suelo.

Buscó sus zapatillas de estar por casa y se arrastró lentamente, a través del parqué, hasta la puerta.

Por lo que parecía sus padres no habían despertado aún.

Abrió la puerta de la habitación de invitados, se acercó a la cama, pero no encontró a Luca.

Tampoco estaba su maleta.

Aquello no podía ser un sueño. Tampoco es que la gente desapareciese de esa forma.

Marco estaba confuso.

Fue hasta la cocina, que estaba integrada al comedor, al estilo americano. Eso le encantaba de la casa.

Cogió un vaso y lo lleno de agua.

Aun así tenía la boca pastosa, y no paraba de pensar qué estaba pasando.

El tiempo, ensimismado, pasó lento. Y su madre apareció en la puerta, fue hasta la encimera de la cocina, se apoyó y miró a su hijo.

-¿Qué tal anoche? – preguntó su madre aun espabilándose. – Estás pálido, ¿estás bien? –empezó a preocuparse.

- Estoy bien mamá. – contestó Marco intentando calmarla. – La noche fue genial, me lo pasé muy bien.

- ¿Seguro qué estás bien? Te conozco hijo, sé que algo te ronda la mente. – insistió su madre.

En ese momento, el padre de Marco apareció también tras el marco de la puerta.

- Buenos días señor resacoso. – dijo a su hijo de forma jocosa. – Señora. – Dijo a su mujer guiñándola un ojo.

Marco tosió un poco, sonrió, tragó saliva.

- Anoche estuve con Luca. – rompió el silencio, de forma rotunda. – No sé muy bien cómo, pero nos lo encontramos en Sol, con una maleta. – hizo una pausa, sus padres estaban alucinando. – Regresé a casa y él vino conmigo, me pareció lo mejor. Durmió en la habitación de invitados.

- Vaya… - dijo su madre sorprendida.

- ¿Y dónde está ahora…? – preguntó su padre.

- No lo sé. – siguió Marco. – Cuando me levanté, fui a despertarle, pero no estaba. Tampoco está su maleta. – Su voz empezó a entrecortarse. Parecía que iba a llorar.

- Bueno, bueno… uno no sale de fiesta y duerme unas horas ¡y lo que se pierde! – continuó su padre. Intentaba animarle.

Marco miró cortante a su padre. No le hacía ni pizca de gracia.

- Cariño, ¿por qué no preparamos el desayuno mientras Marco se da una ducha? – preguntó su madre, intentaba quitar hierro a la broma.

- Oh, sí, sí. Tengo ya hambre, ¿quieres que te preparemos algo hijo? – preguntó de forma amable.

- No tengo ganas. – contestó de forma seca.

Marco les miró y fue hacia su habitación.

Se encerró, y descargó toda su impotencia contra la pared.

La sangre inundó sus nudillos.

EL PRIMER PENSAMIENTO EL MEJOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora