- AZUL - c.7.

71 4 1
                                    

Fue una noche larga:

De esas en las que se dan miles de vueltas en la cama.

De esas en las que, hasta que te duermes, no paras de darle vueltas a las cosas.

De esas en las que te despiertas muchas veces, para luego volver a dormir.

Marco abrió los ojos, miró a su mesilla de noche. El reloj marcaba las diez de la mañana.

No tenía ganas de seguir durmiendo.

Apartó las sabanas de su cuerpo y se incorporó, sentándose al borde de la cama.

Encendió el móvil.

Salió al pasillo, deambuló por el comedor, entró en la cocina: no había nadie.

Cogió su móvil, tenía varios mensajes.

Su madre le decía que volverían para comer.

Pero el que más interés despertaba en él era uno de Luca. Era breve:

“Asómate por la ventana”.

Marco intentó asimilar el mensaje, despertó su curiosidad.

Corriendo levantó la persiana. Sufrió el típico deslumbre.

Abrió la ventana.

Se asomó.

Era de nuevo un día gris, estaba sin camiseta y al mirar al suelo de la calle se le pusieron los bellos de punta.

Sobre el mojado asfalto, había una frase escrita con spray, de color azul.

“Te debo un café”.

Marco estalló de alegría. Luca había ido hasta allí y había hecho eso sólo por él.

Era… increíble.

Cerró la ventana. Fue a la ducha y se vistió.

Decidió hacer la comida para cuando llegara la hora de comer. Su especialidad era la lasaña. Preparó la mesa y esperó a sus comensales.

-Estaba muy rico todo, hijo. – sonrió su padre.

-¿te encuentras ya mejor Marquito? – así era como su madre le llamaba cariñosamente. Esta se levantó y se puso al lado de su hijo, este asintió alegre. – Ya sabes que nos tienes aquí para todo, ¿verdad pequeño?

- Lo sé, mamá, sois los mejores padres del mundo. – dijo Marcos mientras miraba a sus padres, se levantó y abrazó a su madre. Se acercó a su padre inclinándose y le dio un beso en la frente.

- A veces pienso en lo mayor que te has vuelto y me haces sentir viejo – dijo con una sonrisa nostálgica a su hijo.

- No hace falta mirarme para ver que estáis viejos, papá. – dijo muy serio Marco. Empezó a reírse mucho junto a sus padres.

Las horas pasaban tumbado en su cama, mirando al techo.

Miró por billonésima vez, en aquel día, el reloj. Eran las cinco y cuarto…

Tuvo la atractiva idea de que quizás, si salía ahora de su casa a las seis podría estar en la puerta de la cafetería de Luca… un escalofrío le recorrió la espalda.

Cuando se dio cuenta y movido por una gran fuerza, sólo tenía que doblar la esquina para aparecer frente al local.

Empezó a temblar.

EL PRIMER PENSAMIENTO EL MEJOR.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora