12. Trágicas aventuras en el psicólogo

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SAMARA


En mi siguiente sesión con el psicólogo intento con todas las escasas fuerzas que poseo, hacer algo bien. Debo reconocer que me sabe leer entre líneas y con ello me despojo de un temor que no le había liberado al mundo.

Mi regreso fue una mezcla de muchas cosas: No la había pasado nada bien en el internado; era la nueva, la extranjera, la mimada y entonces me convertí rápidamente en el objeto de burlas, persecuciones y hasta peleas. Nadie se enteró porque entre todas aunque nos odiábamos, guardábamos un código de completo silencio.

Ahí aprendí a hacerme los cortes gracias a una chica que me enseñó cómo, sin que fuesen peligrosos, según sus propias palabras. Pero el peligro estuvo ahí desde que decidí hacer el primero en un lugar donde nadie lo pudiese ver.

Lo peor de todo fue que desde entonces caí en un terrible circulo vicioso del que nunca me recuperaba del todo. Cada vez que creía poder detener esos cortes sobre mi piel, el dolor del alma y de mi corazón roto y perdido, me hacían volver allí. Era horrible, me despreciaba a mí misma mientras lo hacía porque me llenaba de rabia, desespero y una presión en el pecho que actuaban en mi nombre, guiando mis manos hacia algo que no tenía justificación alguna.

Yo nunca lo entendía en ese instante. Era algo superior a mí, algo que me impulsaba a herirme hasta apagar ese dolor interior para iniciar otro en el exterior. Me convertía en un ser irracional, en una extraña, en la vergüenza de papá y mamá, en alguien que les causaría sufrimiento si estuviesen vivos y me vieran hacerme daño.

Pero entonces pensaba que si ellos estuviesen aún conmigo, nada de esto me pasase. Yo realmente no deseaba morir, solo una vida con ellos o una donde no me hubiese afectado tanto su pérdida.

También le cuento llorando que mi padre había engañado a mi madre con otra mujer y sobre la existencia de la pequeña Eliza, asunto que mis hermanos al parecer no sabían. Le hablo de los constantes mensajes que me enviaba la madre de la niña y el hecho de que había ido a conocerla a escondidas de Alex.

Le menciono a Christine, le digo que me volví a cortar los muslos, que me siento nuevamente cansada de la vida y que a veces intento ocupar mi mente en tantas cosas que termino colapsando.

Sus palabras se escuchan como buenos consejos para cualquiera que las pueda escuchar, pero para mí suenan vacías y poco adecuadas en mi pequeño mundo de desconsuelos. No las tomo, las dejo pasar porque todo lo que he dicho aviva la llama que intento en vano ocultar a los demás. Las necesito mas no me sirven, las quiero, pero las dejo ir tal como vinieron.

Hoy soy el caos, sin paz, sin detenerme en las consecuencias, superada por las aflicciones, vencida por los designios inexplicables entre la delgada línea de la vida y de la muerte.

Salgo totalmente destrozada de esa sesión y Erick se da cuenta de lo afectada que estoy. No me provoca articular palabra alguna, me siento como un espíritu vagando entre dos mundos; entonces me ve tan mal, que se va desesperado contra el psicólogo, obligándolo a soltar todo lo que yo le había dicho.

Está descontrolado y fuera de sí. No puedo sentir ahora culpa por eso, pero sí que siente feo cargar mis propios pesos y echárselos a él de vez en cuando o en todo momento.

No me basta con hacerme daño sino que también estoy dañando a los demás. Soy una vergüenza.

El psicólogo solo le alcanza a decir lo del internado y lo que hacía allí porque un guardia de seguridad nos saca del edificio. Dice que no va a presentar cargos, a pesar de que mi hermano se ha vuelto exageradamente loco, tomándolo por el cuello y amenazándolo.

Into you © ✔️ [En español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora