15. Entre el cielo y Houston, no hay nada oculto

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ERICK

Una semana había pasado desde que Sam nos dio el susto de la vida. Juro que la sentí irse un poco. Había perdido demasiada sangre, realmente casi se nos va. Me volví loco esos días, viéndola en una cama de hospital tan ajena a sí misma. Pálida, vacía, incompleta como un ángel inmaculado que ha perdido su color.

Me estremezco de solo pensar en esa imagen de Alex llevándola en brazos por todo el hospital mientras gritaba por ayuda.

Pensándolo bien, si esa noche no hubiesen sucedido las cosas de esa forma, la historia fuese diferente. El que Alex subiese furioso a buscar explicaciones fue decisivo para salvarle vida.

Al entrar en la habitación no la había encontrado. El cristal roto era el del panel de arriba de la puerta del baño, pues tuvo que romperlo para poder quitar el seguro que tenía puesto.

Entonces la encontró vestida con la misma ropa que tenía horas antes, sumergida en la bañera con la muñeca izquierda cortada y sangre por todo el baño. Tuvieron que contratar a alguien para que limpiara porque Lulú no podía de la impresión. Nunca vi la escena, pero lo que había visto de ella, era suficiente.

En esos días tampoco se tocó el asunto de la niña, ni por parte de Alex ni por la mía. No pensaba ser yo quien contase ese asunto. Era algo entre los dos y honestamente Sam no estaba en condiciones de enfrentar eso con su hermano. La duda ya estaba sembrada y seguramente él no iba a descansar hasta esclarecer los hechos.

Tampoco habíamos tocado el tema de mis sentimientos hacia ella, porque ninguno de los dos deseaba alterar más la situación. Todos sufrimos por sus malas decisiones y ella se había llevado obviamente la peor parte. Vivimos momentos de alta tensión. Lulú sufría por su niña; sus padrinos estaban desesperados, sintiendo que le estaban fallando a Ben y a Mary, culpándose de todo; Alex estaba mucho peor porque él siempre se echaba las culpas al hombro. Nadie supo que mis padres intentaron contactar a Christine y no lo lograron; hace tiempo que no sabían nada de ella y sentían que Sam la necesitaba, pues después de sus padres, a quien más admiraba era a su hermana mayor.

Yo no pensaba en más nadie que no fuese la chica de ojos verdes manantial que me robaba todo el aliento. Lloré a escondidas por ella, me martiricé pensando en una solución extrema que lo cambiase todo porque me negaba a verla así, estando a punto de perderla para siempre. Confieso que sentí rabia en un momento, quizás porque tantas veces me ofrecí a escucharla, acompañarla o estar a su lado para lo que fuese. Sentí rabia porque no la creí tan egoísta ni cobarde, pero luego caí en cuenta que no era así, esa no es mi Sam, es una versión distorsionada de ella misma a causa de su dolor y no puede esconderlo o taparlo con un dedo.

Lo que ella está viviendo es real y evidente. Me duele saber que hay muchas personas viviendo ese calvario; sea o no por las mismas razones, eso existe y se debe tratar con sumo cuidado. Quizás en eso estamos fallando, la estamos ayudando de una forma inadecuada, estamos haciendo todo al revés, todo mal.

Es necesario actuar de manera rápida, oportuna y contundente. Aunque en el fondo tengo la triste impresión de que ella nunca va a superar esa pérdida, solo deseamos que pudiese controlar el dolor, aprender a vivir con ello y sus miedos, trabajar fuerte por eliminar esos pensamientos suicidas y dañinos; buscar en algo más la felicidad que se le está negando.

Me pregunto una y otra vez ¿Cómo la ayudo? ¿Qué puedo hacer por ella para que signifique un paso positivo? Es complicado más no imposible.

Investigo a mi manera, en libros, en la web, con personas conocidas y desconocidas. Su situación resulta ser más común de lo que pienso y me da un parte de esperanzas encontrar el testimonio de personas que alguna vez libraron la misma batalla y salieron triunfantes, sirviendo luego de ejemplo de vida y lucha para otros.

Into you © ✔️ [En español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora