FINAL

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Que ganas de ser eternos,

cuando el ser breves nos respira en la nuca.



Hemos sido cúmulo de estrellas, supernovas a punto de estallar; hemos sido té y café a la hora indicada, huellas de estrella en ascenso, reuniones al azar. Hemos sido blanco hueso y blanco puro, cercanos y nuestros, mundanos y puros. Hemos sido todas esas primeras veces que se adhieren en la piel.

Hemos sido piedra que edifica templos de civilizaciones antiguas, la primera chispa de un nuevo encendedor. Hemos sido esos libros que nunca se prestan, los caminos que ansiamos recorrer.

Más sinónimos que antónimos, más diptongos que hiatos. Más silencio y menos ruido. La dosis correcta de una droga, los dos átomos de hidrógeno que acompañan al oxígeno; el rayar del alba, la canción que nunca ha parado de sonar, la mantequilla esparcida sobre el pan, la manía que nunca se ha de dejar.

Hemos sido la palanca de Arquímedes, el sol para Copérnico, la manzana de Newton; las carabelas de Cristóbal Colón, La Gioconda de Da Vinci, un autorretrato de Van Gogh. La excalibur del rey Arturo, el adamantium de Wolverine, el Mjölnir de Thor.

Hemos sido el Nilo para Egipto, el Amazonas para el mundo, las dunas del Sahara, las líneas de Nazca; Los acordes de Stairway to heaven, el solo de Bohemian Rhapsody. El último rincón de la Gran Muralla China, la sonrisa de un bebé al despertar, el primer encendido de navidad.

Hemos sido la Dulcinea del Quijote, Jekyll y Mr. Hyde; Penélope y Ulises, Elizabeth y Darcy. Hemos sido un perfecto Caravaggio o un grabado de Rembrandt. Ideas que se encienden en las mentes más brillantes, seis de las siete maravillas de la antigüedad.

Hemos sido la aurora en invierno, la luna dibujando una mangata sobre el mar, el primer vuelo de un ave, la voz que no te cansas de escuchar; hemos sido el aliento sobre el vidrio de una vieja ventana, nuestra golosina preferida, perlas de un molusco en la playa; Bastante alejados de Agnes y Vade, un poco cercanos a Daniel y Shadia.

Pero...

Suelto el aire retenido y unas lágrimas se escapan junto a él.

Hoy somos hiato, dicotomía, la carta que siempre esperó el coronel. La cicuta que bebió Sócrates, la flecha en el talón de Aquiles. Pompas de jabón al viento, erupción volcánica de feria escolar; Hoy somos una historia de alguna de las hermanas Brontë, una maldita tragedia de Shakespeare que no he de leer.

Hoy somos la hoguera donde se consumió Juana de Arco, el coeficiente de rozamiento, la jodida gravedad. Hoy somos arenas movedizas, placas tectónicas en constante actividad, epicentro del terremoto, ojo del huracán.

Hoy somos amnesia, trozos de espejo roto, un poema de Amado Nervo, un farol que se ha apagado. Calle en tinieblas, recintos cerrados, barranco sin fin. Hoy somos antimateria, dragón sin fuego, planetas enanos, agujeros negros.

Hoy somos el caballo de Troya, las cuatro balas que impactaron a Lennon, el avión que se estrelló en la primera torre gemela. La gota de agua que quedó suspendida en el aire de invierno, la kryptonita de Clark; Somos Hiroshima y Nagasaki. Más federalismo que centralismo, más efervescentes que tranquilos, más pequeños sin infinidad.

Hoy somos la herida que no cierra, el resto de globos olvidados de una fiesta, el golpe en el dedo meñique del pie, un estúpido cartón mojado en té; el recuerdo de una mala conducta, pasos que dañan, sombra que asusta. Nada esencial en medio de lo invisible, vida en penumbras, un nosotros que ya no existe.

Hoy somos la vela que se apaga cuando regresa la luz, tripulantes del Challenger, fragmentos del pasado. Somos niebla, viento en contra, humo disperso.

Nos volvimos inflamables, corrosivos, radiactivos; utópicos, ajenos y distantes. Cenizas, polvo cósmico, raspadura de hielo. Nos volvimos éxodo, muerte sin resurrección, un derrotado Alejandro Magno.

Nos volvimos de lo eterno, lo efímero; de lo inmarcesible, lo marchito; de la victoria, la derrota; del descaro, la vergüenza; del orgullo, la modestia.

Nos volvimos grises en un cielo pardo, matices donde todo era blanco. Nos volvimos ladrones de algo que era nuestro, arrasamos con todo lo que estaba dispuesto; hicimos a dos corazones estallar, entonamos un canto fúnebre en vez de una marcha nupcial.

Doy una rápida ojeada a la ventana del avión y termino de escribir en mi pequeña libreta azul, mientras me vuelvo la última palabra que plasmó García Márquez en El coronel no tiene quien le escriba.

Nunca fuimos sueño, fuimos realidad; un par de avaros persiguiendo eternidad.

Hoy soy la veladora puesta en un santuario que se derrumba a pedazos.

Hoy soy la llama débil que vacila con el viento.

Hoy soy la pelusa que ha volado lejos, el llanto que no cesa, la suciedad en el espejo.

Hoy se siente como el solsticio de invierno, aunque a partir de ahora será un completo solsticio de verano.

Hoy eres Oliver y yo Jenny, aunque no he muerto.

Hoy soy la oscuridad, la guerra y un demonio. 


Hola, bellezas

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Hola, bellezas. 

Este final es todo para mí, ustedes no se alcanzan a imaginar cuanto lo amo. Lo estoy re publicando un día de lluvia. Lloremos. 

No sé qué decir que no haya dicho antes. A continuación viene el epílogo y pues ya he repetido varias veces que tiene segunda parte, pero... tengo ganitas de que sea una saga y después del segundo libro de Erick y Sam, contar la historia de Alex. ¿Qué les parece? 

Me siento muy tentada, porque todo se materializó ante mis ojos y lloré por Alex, pero me gustó la idea. 

Gracias por seguir aquí.

Besitos de algodón y fuego. 

Into you © ✔️ [En español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora