33. El adiós

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ERICK

¿Cómo se puede soltar tan fácil al amor de tu vida?

Cada día que pasa desde que le dije entre suaves caricias que no podía irme con ella, han sido una maldita herida que no sana. Me desangro gota a gota al saber que nunca más voy a conocer a alguien como ella.

¿Pero qué más puedo hacer?

No puedo simplemente obligarla a quedarse porque no sería lo justo. Es lo que yo quiero, lo que necesito, pero no lo justo para ella.

Ha sido una maldita tortura para los dos. Cada día es un tira y afloje de su parte y yo simplemente tengo que recoger los pedazos de ambos para que no se note lo mucho que me mata el verla marcharse. El saberla cada segundo más lejos de mí.

Ella incluso ha perpetuado demasiado su estadía sometiéndose a más chequeos médicos. Ha estado en terapia recurrente con un psiquiatra para convencerse a sí misma de que necesita quedarse en esta ciudad. Pero no. En el fondo de ella hay alguien luchando por sobrevivir y es ese alguien quien ha conseguido el boleto directo hacia Milán.

Se me hincha el pecho de orgullo al escuchar como el especialista le da luz verde para el viaje. Estará medicada durante cierto tiempo, nunca le va a faltar asistencia médica y vigilancia en lo que respecta a su salud, incluso Roger y Katy viajarán a cada tanto para estar pendientes personalmente de ella. Pero yo no estaré ahí para hacerle compañía, para abrazarla, para verla brillar, para amarla como jodidamente se merece.

El sinsabor en mi boca sabe un poco a sangre. A esa sangre que se derrama a borbotones tras una puñalada sin miramientos en el pecho.

Hoy es nuestra última vez. Mañana se marcha y no encuentro el aire que necesito para respirar.

Estoy abrazado a su cuerpo desnudo. La tibieza de su piel se mezcla con el delicioso aroma de sus cabellos alborotados repartidos entre su espalda pigmentada de lunares y mi brazo izquierdo. Se remueve sin aviso entre mis brazos y mi pecho para ascender hasta mi boca.

Joder.

Le acaricio la mejilla sonrosada antes de besarla con premura. Mi mente y mi corazón libran la más cruenta de las batallas jamás vistas. Las palabras se ahogan en mi boca, no las quiero dejar salir. Debo pensar con exactitud y profunda calma lo que le voy a decir, porque mi cuerpo la tiene presa, pero en mi interior sé que si no hablo con firmeza y un poco menos de honestidad, eso la hará flaquear en su decisión.

No la quiero soltar.

Debo dejarla ir, marcharse y volar tan alto como pueda. No importa cuánto la amo en estos momentos o cuanto ella me ama a mí, así debe ser. Despegar en un vuelo inalcanzable y nunca permitir que la vida la detenga de nuevo con sus inmensos muros que retrasan sueños y nos llevan a sacrificar la tranquilidad, haciéndonos dudar y agobiándonos con la posibilidad de fracaso.

Ella por fin está lista para desplegar sus hermosas e imponentes alas y yo no soy el antagonista de la historia ni mucho menos como para lanzarle flechas y quebrar sus plumas. Yo soy su par, el protagonista que debe conseguir a la chica y atesorarla como tal.

Es muy hipócrita de mi parte decir que no quiero dejarla ir. Es esa la daga filosa que se entierra en mi cuello, esa necesidad de no soltarla jamás.

He contemplado muchas cosas. Pedirle una relación a distancia, viajar de vez en cuando a verla e incluso tiempo para sanar y luego alcanzarla en Milán; pero nada de eso me logra convencer, nada se siente correcto dentro de mi cabeza.

Sam ha sufrido tanto en tan corto tiempo y yo la amo demasiado como para convertirme en un obstáculo más en su camino. Nunca le ha gustado esta ciudad y mucho menos con la ausencia de sus padres. Ella había sido concebida para vivir junto a su alma gitana y aventurera, pero la horrible realidad le dio dos golpes mortales de frente y la llevaron a virar el rumbo de su futuro.

Into you © ✔️ [En español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora